Reproduzo a continuación un texto célebre de V. I. Lenin, coa intención de suscita-lo debate en torno á existencia ou inexistencia do aparello de Estado na actualidade, á luz da letura da teoría marxista do Estado, retomada por Lenin neste O Estado e a Revolución, dende a óptica da propia denuncia marxiana na Crítica do Programa de Gotha, escrita no ano 1875 frente á deriva do partido socialdemócrata alemá na desviación dos “obxectivos revolucionarios”. Como se sabe, o eixo fundamental é a renuncia do socialismo á fin do Estado e a confianza nunha estrutura máis “amable” que sería controlada polas masas mediante o hoxe xa clásico sistema de democracia representativa. O Estado mudaría en garante dos dereitos básicos dos individuos, amparados pola súa lexislación, pero sometidos á súa vez ó mesmo réxime de control -Hobbes-. Este Estado, por décadas atrezzo dunha realidade que operaba baixo esa garantía, fai augas co CMI -extensión absoluta e absolutista dun sistema de xestión/xeración do real- e emerxe o Estado tal e como marxianamente se puido concebir.
 
Se ben podemos falar desta mutación da estructura e funcionamento do Estado burgués nas sociedades do capitalismo cognitivo, na era do Imperio, na medida en que esa concepción socialdemócrata do Weltfare State pouco a pouco se vai esvaecendo en favor das corporacións occidentáis e os seus intereses -Estado Mercantil-, pregunto se non é agora precisamente cando ven de volta un Estado máis sólido, coa súa clásica funcionalidade de resolución da loita de clases -entendendo tamén este concepto como revisable, ainda que tamén revisitable- que xera a dinámica capitalísitica, e a favor das entidades favorables, por favorecidas, a tal sistema económico-político. Non é certo que a función do Estado na actualidade -e sempre- é acudir no rescate das corporacións que se están a afundir a resultas da implementación/continuación dun sistema político-económico que inevitablemente na súa dinámica de crecemento infinito produce crises no interior cada vez máis fortes?
 
E malia a teoría foucaultiana do poder, non é certo que se dan colonizacións das relacións de poder micro, en estructuras máis fortes e visibles, cuxo poder de represión se fai monstruoso, e cuxas consecuencias inmediatas se amosan magnicidas? Estariamos a esquecer que esas estructuras macro, que brotan da propia dinámica de evolución capitalística, mortalmente operativas, son a propia expresividade da dominación e das relacións de poder entendidas xa nun senso amplio?
 
Seguen a falar os Espectros de Marx? 
 
 
 
 
Para mantener un Poder público aparte, situado por encima de la sociedad, son necesarios los impuestos y las deudas del Estado.
   “Los funcionarios, pertrechados con el Poder público y con el derecho a cobrar impuestos, están situados — diceEngels –, como órganos de la sociedad, por encima de la sociedad. A ellos ya no les basta, aun suponiendo que pudieran tenerlo, con el respeto libre y voluntario que se les tributa a los órganos del régimen gentilicio. . .” Se dictan leyes de excepción sobre la santidad y la inviolabilidad de los funcionarios. “El más despreciable polizonte” tiene más “autoridad” que los representantes del clan; pero incluso el jefe del poder militar de un Estado civilizado podría envidiar a un jefe de clan por “el respeto espontáneo” que le profesaba la sociedad.

 

Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como órganos del Poder del Estado. Lo fundamental es saber: ¿qué los coloca por encima de la sociedad? Veamos cómo esta cuestión teórica fue resuelta prácticamente por la Comuna de París en 1871 y cómo la esfumó reaccionariamente Kautsky en 1912:

“Como el Estado nació de la necesidad de tener a raya los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de estas clases, el Estado lo es, por regla general, de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que con ayuda de él se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo así nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida. . .” No fueron sólo el Estado antiguo y el Estado feudal órganos de explotación de los esclavos y de los campesinos siervos y vasallos: también “el moderno Estado representativo es instrumento de explotación del trabajo asalariado por el capital. Sin embargo, excepcionalmente, hay períodos en que las clases en pugna se equilibran hasta tal punto, que el Poder del Estado adquiere momentáneamente, como aparente mediador, una cierta independencia respecto a ambas”. . . Tal aconteció con la monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo del primero y del segundo Imperio en Francia, y con Bismarck en Alemania.

 

Y tal ha acontecido también — agregamos nosotros — con el gobierno de Kerenski, en la Rusia republicana, después del paso a las persecuciones del proletariado revolucionario, en un momento en que los Soviets, como consecuencia de hallarse dirigidos por demócratas pequeñoburgueses, son ya impotentes, y la burguesía no es todavía lo bastante fuerte para disolverlos pura y simplemente.

En la república democrática — prosigue Engels — “la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro”, y lo ejerce, en primer lugar, mediante la “corrupción directa de los funcionarios” (Norteamérica), y, en segundo lugar, mediante la “alianza del gobierno con la Bolsa” (Francia y Norteamérica).

En la actualidad, el imperialismo y la dominación de los Bancos han “desarrollado”, hasta convertirlos en un arte extraordinario, estos dos métodos adecuados para defender y llevar a la práctica la omnipotencia de la riqueza en las repúblicas democráticas, sean cuales fueren. Si, por ejemplo, en los primeros meses de la república democrática rusa, en los meses que podemos llamar de la luna de miel de los “socialistas” — socialrevolucionarios y mencheviques — con la burguesía, en el gobierno de coalición, el señor Palchinski saboteó todas las medidas de restricción contra los capitalistas y sus latrocinios, contra sus actos de saqueo en detrimento del fisco mediante los suministros de guerra, y si, al salir del ministerio, el señor Palchinski (sustituido, naturalmente, por otro Palchinski exactamente igual) fue “recompensado” por los capitalistas con un puestecito de 120.000 rublos de sueldo al año, ¿qué significa esto? ¿Es un soborno directo o indirecto? ¿Es una alianza del gobierno con los consorcios o son “solamente” lazos de amistad? ¿Qué papel desempeñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev y los Skóbelev? ¿El de aliados “directos” o solamente indirectos de los millonarios malversadores de los fondos públicos?

La omnipotencia de la “riqueza” es más segura en las repúblicas democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar (a través de los Pakhinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor de tocdas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder.

Hay que advertir, además, que Engels, con la mayor precisión, llama al sufragio universal arma de dominación de la burguesía. El sufragio universal, dice Engels, sacando evidentemente las enseñanzas de la larga experiencia de la socialdemocracia alemana, es

 “el índice que sirve para medir la madurez de la clase obrera. No puede ser más ni será nunca más, en el Estado actual”.

Los demócratas pequeñoburgueses, por el estilo de nuestros socialrevolucionarios y mencheviques, y sus hermanos carnales, todos los socialchovinistas y oportunistas de la Europa occidental, esperan, en efecto, “más” del sufragio universal.

Comparten ellos mismos e inculcan al pueblo la falsa idea de que el sufragio universal es, “en el Estado actual “, un medio capaz de expresar realmente la voluntad de la mayoría de los trabajadores y de garantizar su efectividad práctica.

Aquí no podemos hacer más que señalar esta idea mentirosa, poner de manifiesto que esta afirmación de Engels completamente clara, precisa y concreta, se falsea a cada paso en la propaganda y en la agitación de los partidos socialistas “oficiales” (es decir, oportunistas). Una explicación minuciosa de toda la falsedad de esta idea, rechazada aquí por Engels, la encontraremos más adelante, en nuestra exposición de los puntos de vista de Marx y Engels sobre el Estado “actual “.

 En la más popular de sus obras, Engels traza el resumen general de sus puntos de vista en los siguientes términos:

“Por tanto, el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él, que no tuvieron la menor noción del Estado ni del Poder estatal. Al llegar a una determinada fase del desarrollo económico, que estaba ligada necesariamente a la división de la sociedad en clases, esta división hizo que el Estado se convirtiese en una necesidad. Ahora nos acercamos con paso veloz a una fase de desarrollo de la producción en que la existencia de estas clases no sólo deja de ser una necesidad, sino que se convierte en un obstáculo directo para la producción. Las clases desaparecerán de un modo tan inevitable como surgieron en su día. Con la desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre e igual de productores, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antiguedades, junto a la rueca y al hacha de bronce”.

 

No se encuentra con frecuencia esta cita en las obras de propaganda y agitación de la socialdemocracia contemporánea. Pero incluso cuando nos encontramos con ella es, casi siempre, como si se hiciesen reverencias ante un icono; es decir, para rendir un homenaje oficial a Engels, sin el menor intento de analizar qué amplitud y profundidad revolucionarias supone esto de “enviar toda la máquina del Estado al museo de antiguedades”. No se ve, en la mayoría de los casos, ni siquiera la comprensión de lo que Engels llama la máquina del Estado.