«He olvidado mi paraguas»

por Proxecto Derriba

 

 

A Paco

 

 

PRÓLOGO

Se podría llamar juego a la ausencia de significado trascendental como ilimitación del juego, vale decir como conmoción de la onto-teología y de la metafísica de la presencia. No es sorprendente que la causa de esta conmoción, trabajando la metafísica desde su origen, se deje nombrar como tal en la época en que, negándose a vincular la lingüística a la semántica (lo que hacen aún todos los lingüistas europeos, desde Saussure a Hjelmslev), expulsando el problema del meaning fuera de sus investigaciones, algunos lingüistas norteamericanos se refieren permanentemente al modelo del juego. Será necesario pensar aquí que la escritura es el juego en el lenguaje El Fedro (277e) condenaba precisamente la escritura como juego paidiay oponía este infantilismo a la gravedad seria y adulta (spoudé) del habla. Este juego, pensado como la ausencia de significado trascendental, no es un juego en el mundo, como lo ha definido siempre para contenerlo, la tradición filosófica, y como lo piensan también los teóricos del juego (o aquellos que, después y más allá de Bloomfield, remiten la semántica a la psicología o a cualquier otra disciplina regional). Para pensar radicalmente el juego es necesario, por lo tanto, primero agotar seriamente la problemática ontológica y trascendental, atravesar paciente y rigurosamente la pregunta por el sentido del ser, del ser del ente y del origen trascendental del mundo -de la mundaneidad del mundo-, seguir efectivamente y hasta el fin el movimiento crítico de los problemas husserlianos y heideggerianos, conservarles su eficacia y su legibilidad. Aunque fuera bajo una tachadura, a falta de la cual los conceptos de juego y de escritura a los que se haya recurrido permanecerán aprehendidos en límites regionales y en un discurso empirista, positivista o metafísico. La defensa que los sostenedores de semejante discurso opondrían entonces a la tradición pre-crítica y a la especulación metafísica, sólo sería la representación mundana de su propia operación. Por lo tanto es el juego del mundo lo que es necesario pensar ante todo: antes de tratar de comprender todas las formas de juego en el mundo. (Derrida, J., De la gramatología)

 

 

Deconstrucción y juego.

Toda deconstrucción es algo complejo. Y no porque sea difícil, sino porque desde luego no es simple. Su relación con la unidad, con la simplificación, con la identidad incluso, ha ido siempre en más de una dirección: ha hecho siempre lo imposible por no dejarse cerrar dentro del círculo de la unidad, no dejarse resumir en los cuatro axiomas clásicos de comprensión racionalista, no dejarse, en fin, identificar por la primera presencia que llega a nuestros sentidos, la primera imagen, el primer movimiento.

La deconstrucción es compleja pues siempre apunta a más de un sentido, siempre porta en sí varias voces, y el camino que va recorriendo siempre va dejando tras de sí muchos caminos, muchas huellas, muchos restos de aquello que no ha sido presente pero ha dejado marcado el camino del presente. Ese camino se presenta y se ausenta con marcas, con máscaras, con escritura.

La deconstrucción es, pues, polifónica y polimorfa, pluralidad plural, y lleva consigo lo que ha dejado tras de sí. Y esto sólo es contradictorio en un esquema clásico, en el mismo esquema que cree que la repetición habla siempre de lo mismo, cuenta siempre lo mismo, en fin, que es aburrida.

La deconstrucción abre el campo y juega. Por ello repite, porque en la repetición se esconde la novedad, y por ello es compleja, pues en la simplicidad y el deseo de unidad se esconde el poderoso, el que no crea, el que no juega.

Por ello el camino es activo y por ello mismo es afirmativo. Es el esquema clásico el que cierra el camino crítico comprendiéndolo como algo negativo, destructivo. Nuestro camino actúa, hace, muestra, juega…

No es sino este juego el que nos marca como diferentes, como únicos, como abiertos.

 

El juego de hoy es, cómo no, múltiple, varias voces en una, varios escritos que se impulsan desde la repetición a parajes nada seguros, nada claros, diferentes. Hay muchos textos dentro del mismo, hay muchas lecturas que dan cuenta del texto, hay muchas voces que leen la escritura, hay muchas escrituras que no se leen.

El camino es algo que uno crea mientras anda, no es previo, no tiene finalidad, ni es pulcro y lindo. A veces hay que andar sobre piedras, a veces hay que apartarlas para poder continuar andando, a veces llega con disfrutar del tacto de la hierba (que también aparece), a veces es tan bonito que nos olvidamos que estamos andando, a veces es tan arduo que nos olvidamos de andar y nos quedamos quietos sin entender nada, sin sentir nada más que pena y desidia. Porque a veces también el camino duele, y duele tanto que el juego parece cruel. Como si acaso no pudiera serlo, como si sólo fuera un esquema con introducción, nudo y desenlace, como si fuera externo.

El juego y el camino llevan dentro suya el intento de comprensión, la proyección de nuestra vida, de nuestro interés, de nuestra pretensión, el camino también es otro, y con ese otro nos las vemos, unas veces mejor que otras, entre el convite y la visita, entre la regla y la instrucción, en fin, entre la identidad y la diferencia.

Pero en este entre, en estos bordes que no limitan “no todo vale”. Sólo más allá o más acá de la regla vertical cabe la responsabilidad de la regla, la exigencia y la urgencia de un esquema no fijo, permeable; la necesidad, incluso, de una finalidad contextual y contexturada; una escritura que juega y un juego que escribe ya en el contexto siempre insaturable del devenir inmotivado del símbolo.

Y por esto aquí no existe esquema, ni finalidad, ni reglas más allá de tu interno divergir, de tus íntimas polifonías, de tu subjetividad siempre cambiante, siempre productiva, siempre compleja:

El camino eres tú, el juego eres tú.

 

 

– ACTO I

Y (se) pensó (un) a-cuerdo

 

Leamos: He olvidado mi paraguas

¿Qué es olvidar? ¿Quizás sea ocultar, esconder algo? Olvido, en griego, es léze, de la misma raíz que lézo o lanzáno, esto es, ocultarse, estar oculto…

Algo que olvidamos, pues, no es más que algo que permanece oculto, algo que ha sido ocultado… He olvidado mi paraguas, he ocultado el paraguas…

Hay otra manera, harto interesante, de analizar esto… Mostremos el ya famoso regate de la a- privativa… léze es olvido, a-lézeia es verdad, realidad… Así, alezeuo es decir verdad, ser sincero… lo que, en todo caso, nos da que pensar, porque ahora parece que olvido es más bien decir falsedad, mentir… Es decir, que, de alguna manera, aquello que me he olvidado, o sea, aquello que he ocultado, es algo falso, es una mentira [si cabe hablar todavía de verdad y falsedad… cuando menos, verdad en un sentido de realidad y falsedad en el contrario… si es que todavía se puede hablar de contrarios como de algo distinto entre sí…]. Quizá entonces, lo olvidado no sea más que una mentira… esto es, el paraguas…

¿Cómo se entiende que el paraguas sea falso?

¿Qué es un paraguas? ¿Acaso no es algo así como un escudo, una protección, un plan? En el fondo, ¿no es, quizá, como un proyecto? Un pro-yecto no es más que algo lanzado hacia adelante [pro-iettare, en italiano, es algo así como echar, arrojar [hacia adelante]…, algo construido [gettare] hacia adelante…

Por lo tanto, el paraguas es una especie de proyecto [lanzado [por mí-otro]] que ahora ha sido ya ocultado, que ha sido ya des-cubierto en su falsedad…

He olvidado mi paraguas… El proyecto es falso.

 

Algo (proyecto) que se lleva, que se porta [portare: arrebatar, arrancar, arrastrar], que se lleva (no) más allá… El que lo porta lo lleva (no) más allá [trans-portador, rapportatore], porta el relato, el informe, la relación [rapporto]… (no) más allá de sí, lleva el texto… es un trans-eúnte.

Este tipo de realidad es realmente distinta a otra cualquiera… Realidad, de facto, y en griego, se dice alézeia… de la misma raíz que alezen, esto es, aoristo pasivo épico (activo) de errar, vagar, estar o vivir des-terrado, o sea, de aleteuo (=alaomai)… De hecho, ale tiene un significado de marcha errante (hacia adelante), de extravío, pero también de perturbación de la mente, o sea, de algo no cuerdo, de algo des-quiciado…

¿A qué nos referimos cuando hablamos de des-terrado, de exilio, de errancia?

El des-terrado es aquél que está fuera-de-madre, fuera-de-casa, aquél que se sale de casa, el que yerra, el que porta, en errancia, un (su) proyecto… Este portar es un intento (fracasado de antemano) de salir(se) del umbral, de la aporía que acompaña a toda experiencia real. Este portar, pues, es trágico (tragen, en alemán: llevar, sostener, soportar… Tragödie: tragedia… Tragik: lo trágico).

Así, de alguna manera, el/lo (que) porta(dor) so-porta…

 

El transeúnte, pues, pasa el umbral, no se man-tiene en el a-paso, en el borde… sino que a-borda la realidad portando trágicamente su proyecto… en el error, en la errancia… es un vagabundo.

Más bien, habría que bordar en vez de a-bordar[1].

El/lo que llega no abordará, no se saldrá del borde… El que irrumpe, pues, el i(nte)rruptor, no pasa el umbral, no (se)para, no identifica… sino que se man-tiene en vilo, en pendiente, pendiendo, oscilando entre una cosa y otra, de-pendiendo de esta oscilación… La dependencia es un filo, o, mejor, un filein, una querencia que se sabe en movimiento (que se sabe que deja de ser tal en cuanto se fija, en cuanto se deja imaginar… cuando se convierte en imagen, sabiendo que la imagen del movimiento no es movimiento), un vilo en-filado (o un filo en-vilado).

El i(nte)rruptor se queda en el umbral, en el quicio… Quizá no haya quietud en el quicio (ésta es la experiencia de lo im-posible, la experiencia imposible de la aporía, la única experiencia real)[2]. ¿Re-cordar, será pues, recuperar la cordura, el quicio? ¿O más bien lo contrario? El des-quicie, quizá, surge cuando a-bordamos esa realidad que se des-borda…

De hecho, ¿qué significa, pues, un a-cuerdo? ¿Algo que expresa privación de cordura? O sea… ¿un des-quicie? El acuerdo sería, entonces, un salirse de la diferencia y un quedarse en la mera posibilidad, o sea, en el proyecto. ¿Es preciso acordarse de un a-cuerdo que busca fijar lo que no-se-fija? ¿Qué se busca, pues? ¿Una fusión, un fundir?

¿O eso es, más bien, una con-fusión, un con-fundir-se?[3]

 

El que se sale del umbral, de la aporía, o sea, el que busca la solución, la salvación, lo que hace es comparar, igualar, reducir, de-signar, poner, pro-poner, ex-poner (lego)… Es decir, que alego (preocupación, cuidado) sería diseminar, abrir, o sea, no-de-signar, no nombrar… La palabra de-signa… y se da la tragedia… La preocupación (cuidado, silencio) la da la más silenciosa de las horas[4], la con(tra)dic(c)ión.

De todas formas, estas contra(di)cciones, de alguna manera quizá, son (res-)puestas por Nietzsche para mostrar un sentido de multiplicidad, un sentido de movimiento, de devenir… muestra la aporía… se da la tragedia. Los conceptos, las soluciones, los paraguas… ya no sirven… no se puede esquivar la aporía. Sólo hay, pues, umbral. Salir de la aporía es des-quiciarse, salirse del quicio, del umbral… estar out of joint[5].

La realidad (alézeia), pues, es un error, una errancia, un portare, un desvelarse… Un me desvelo, no puedo descansar, una intranquilidad continua, una tensión… Realidad es tensión, es aporía.

El sujeto del proyecto, se va más allá de la frontera, fuera del umbral…

El sujeto se ve, a su vez, sujetado por su búsqueda identitaria, buscando la identidad, su propia identidad, unificando(se) en una búsqueda concreta que vuelve realidad aquello

que busca, o sea, aquello que uno ya ha ocultado de antemano (para luego encontrarlo)[6].

 

De hecho, poco más o menos es lo que hace Heidegger en su intento de volver al origen, a Grecia, a lo no-pensado… Es más, para Heidegger cuanto más antiguo sea el lenguaje del que hablamos, del pensador en cuestión, más rico será su no-pensado[7].

Heidegger buscará, de esta manera, lo que él mismo ya ha ocultado, sus propios presupuestos: dejémosle hablar:

«Como pensador [Nietzsche] piensa lo que es, en cuanto es y como es. Piensa lo que es, o sea, el ente en su ser. Según esto, el pensar de los pensadores sería la relación con el ser del ente. Si vamos siguiendo, pues, los pasos de lo que piensa el pensador Nietzsche, nos estamos moviendo dentro de esa relación con el ser»[8]. Y asimismo: «En cuando (sic) el hombre asume una relación frente al ente, representa ya en cada caso el ente en su ser. Considerado desde el ente, el representar de algún ente, va de por sí y siempre más allá del ente»[9].

Así, Heidegger busca la identidad, realizando un paso atrás que pone en movimiento al pensamiento filosófico… volviendo, en último caso, al origen del pensamiento, a Grecia… Pero, ¿no es esa vuelta la continuación de una búsqueda trágica que realizamos al pensar que nuestra identidad se ha perdido en un momento de la tra(d)ición? Esto sería, pues, seguir a-bordando, seguir en lo mismo…

Precisamente no es otro más que Heidegger el que osa unificar el pensamiento de esta tra(d)ición y, asimismo, el pensamiento de cada uno de los pensadores, para él, más significativos… «Así, por ejemplo, se puede comprobar con la máxima exactitud histórica los enunciados de Leibniz acerca del ser del ente, sin comprender, no obstante, en lo más mínimo lo que pensaba al definir el ser del ente a partir de la mónada, y ésta, a su vez, como unidad de perceptio y appetitus, como unidad de representación y tendencia. Lo que Leibniz piensa aquí, aparece en Kant y Fichte como la voluntad-razón, sobre la que continúan reflexionando Hegel y Schelling, cada cual por su camino. Lo mismo nombra y alude Schopenhauer al pensar el mundo como voluntad y representación; y lo mismo piensa Nietzsche al definir el ser primigenio del ente como voluntad de poder»[10]. Y, así, Heidegger pasa… hablando en boca de un trans-eúnte [o sea, de un exiliado, de un perturbado]. Al hablar de Nietzsche, piensa esto en relación con su idea del Übermensch, o sea, habla en boca de un trans-eúnte en trans-ición y en proceso de trans-formación hacia el trans-hombre… Y Heidegger pasa… pasa (de) la aporía…

 

A-poría, no-pasar… Perao, yo paso, yo entro… pero también, a su vez, per-sigo, entro y sigo… El sujeto per-sigue aquello mismo que le sujeta, está en ese pasar imposible, en ese no-pasar… Se deja arrastrar (no) más allá de la verdad, de la realidad.

El paraguas es el proyecto, la protección, el problema, la tarea, aquello que nos re-.presenta, nos cobija, nuestro escudo, lo que oculta aquello que no queremos decir…

El proyecto se torna im-posible, ya que ahora nos vemos entregados, ex-puestos… En la aporía no hay proyecto, en el umbral no hay problema…

El que aborda no toca el borde, evita el marco. Abordando, se desquicia, trágicamente perdido entre la sujección a la que no quiere renunciar y al im-posible (no) pasar que se (im)pone y que no es susceptible de reducir e igualar, de tematizar… Una parte de su propio sustento se des-borda en el intento que continúa lo pensado en tra(d)ición.

Ahora, quizá, la realidad es un venir, una venida, un por-venir, un movimiento, un so-porte in-so-portable, inanticipable, im-posible.

Ha llegado, quizá, ya, el momento de asumir la tragedia, de asumir la aporía, de asumir el quizá mismo… La responsabilidad, ahora, ya no es responder, dar una respuesta… es decidir dentro de la asunción de la aporía trágica, de la venida de lo inanticipable… es decidir lo im-posible.

Quizá, diría Heidegger, no fue otro sino Nietzsche el que pre-vió claramente que el proyecto estaba agotado y que ya no tenía razón de ser.

De Nietzsche se piensa siempre como si fuera una (y la misma) persona, uno (y el mismo) pensador. ¿Es posible siquiera llegar a concebir esto? ¿No es Heidegger, quizá, el que unifica a Nietzsche para, de alguna manera, protegerlo, emparaguarlo, proyectarlo (dentro de ese proyecto que él pro-pone)?[11]

Este proyecto, llamado Metafísica [o sea, la historia de la filosofía hasta Nietzsche, inclusive] había llegado a su fin, y era el momento de intentar pensar de otra manera, con otros presupuestos [siempre, hablando, claro, en boca de Heidegger]… Ahora bien, esto no es lo que él hizo, ya que no consiguió salir de sus pre-concepciones [algo que es evidente que no se puede hacer, ya que, ¿cuál es exactamente la diferencia entre mi pensamiento y yo, entre mis presupuestos y yo mismo? ¿O no son, acaso, lo mismo [en tanto en cuanto son distintos entre sí]?].

Aunque, quizá, lo que sí vio claramente [si es que eso es posible] es que Nietzsche había percibido que los proyectos se habían acabado, que ahora ya estábamos en otra cosa, ahora que vemos que la tradición es tra(d)ición.

Nietzsche ocultó él mismo su protección, olvidó su paraguas… ¡Dio la cara! Vivió en la aporía, en el umbral, fue un transeúnte, así como, a su vez, un equilibrista, un francotirador, un outsider

A su vez Heidegger, que ya desconfiaba de los conceptos, consideraba al pensar como algo que siempre tendía hacia lo problemático, como algo que sólo tenía sentido en movimiento… Bien es cierto, claro, que si un problema, como decíamos anteriormente [y no sólo antes, sino también ahora], es un proyecto, quizá lo problemático no sea más que una organización articulada de respuesta, es decir, que esa primacía del olvido de la pregunta por el ser de la que Heidegger se ocupó a lo largo de toda su vida, quizá simplemente fuese la manera de pre-parar una respuesta…[12] No es de extrañar, pues, que Heidegger insistiese tanto en Ser y tiempo en que una buena comprensión de una pregunta, de alguna manera nos lanzaba [o proyectaba] hacia la respuesta, nos situaba en tarea… Claro que, quizá, «una tarea cuya solución fuese a la vez el objeto de un saber, la tarea que un mero conocimiento tornase accesible, ¿sería todavía una tarea?»[13]. Así, esto sería, si fuese posible hablar en estos términos, un proyecto no-organizado, no-articulado… Claro que sabemos que, quizá, ya no haya proyectos… Quizá, sería preciso alguna i(nte)rrupción… Quizá, diciéndolo en boca de Derrida: «para ser digna de ese nombre, ¿acaso toda respuesta no debe sorprender por alguna novedad irruptiva?»[14].

 

Aristóteles está muerto… Aristóteles no es… en acto. ¡Ya está bien!

Los presupuestos metafísicos ya no son… en acto… O sea, ya no se habla en términos de oposición entre lo que es en potencia y en acto, entendiendo la potencia como mera posibilidad de lo real y entendiendo el acto como lo real. Ahora [y soy yo el que digo ahora] lo real no deja de venir introducido por aquello que él mismo [lo real] considera que queda más allá de sus fronteras, más allá de su umbral… sin dar(se) cuenta de la contaminación continua que este polo absoluto sos-tiene a su respecto, sin ver que es ese polo el que, directamente está introduciendo la posibilidad de lo real. O sea, lo imposible mismo es lo que ya está unido indisolublemente [si cabe todavía hablar en estos términos] a la posibilidad misma, a lo que todavía llamamos realidad.

 

Si estas son las fronteras existentes en la filosofía, digamos ya que no existen… Las fronteras, en todo caso, ya funcionan de otra manera… Ahora el umbral simplemente marca un trazo de diferencia… Es ya un pensamiento diferencial el que se plantea en torno al umbral… quizá porque bajo el umbral uno (se) es-fuerza… Es-forzando(se), re-torciendo(se), como uno genera violencia, o cambio, o movimiento, o espera… Es con la fuerza de lo in-creíble con lo que uno apuesta.

Ahora bien, una a-puesta es algo inserto de alguna manera en un lado del umbral, algo inserto deliberadamente… Este poner [que a su vez es un no-poner] es presa del umbral, ex-presa el umbral… Así, el paraguas, la protección, es la sombra que asombra, la sombra que acompaña a cada relato, a cada intento, a cada pensar… es la sombra del hogar que amenaza con su pérdida, aquella ya dada de antemano.

Cuando uno (re)conoce su falta de hogar… cuando uno piensa (que sólo es) en casa, en el hogar, en el lenguaje… es cuando entiende al Heidegger que quiso callar por no tener lenguaje, el que quiso man-tenerse en el umbral, el que quiso en-tender aquello que tendía…

Ese punto de vista heideggeriano [si es que eso existe] vendría por ahí, viendo el intento des-medido por inventar un lenguaje no-contaminado [sin ver que, quizá, la clave estaba en esa contaminación], abriendo caminos a partir de la brecha trazada por el final de una época que Heidegger mismo interpreta unitariamente en relación con la historia de la filosofía. Es Heidegger el que, de alguna manera, decreta el final de la filosofía… El final de esa filosofía. La tra(d)ición se ha mostrado, la identidad y la diferencia ya no se piensan igual, ya no son lo mismo que eran, ya no son tan distintas.

Hay que salir, hay que salir afuera, pero hay que saber de dónde se sale… Ahora ya todo es distinto, ya todo es diferencia. Si sabemos que salimos del umbral, mostraremos qué pasa a ambos lados del umbral para ver, quizá, que es lo mismo [una vez más, en tanto en cuanto ese “lo mismo” es algo inevitablemente diferente]… Quizá ahora ya podamos no (con)fundir las perspectivas, no buscar un objetivo, ni un supuesto superior.

No hay salida, y eso hay que asumirlo… inevitablemente. Quizá que no haya salida no sea una suerte [cuando menos para un francés]… pero quizá ya vivimos esperando sin[15] esperar un dar-se que siempre se da, que siempre es interpretable, que ya es interpretación, ya se da como escucha, como llamado, como pregunta, como respuesta, inevitablemente… Quizá Nietzsche lo que sí dejó claro [en contra de Heidegger] fue la invariabilidad de ambos lados del umbral, la invariabilidad real de aquello que se toma en forma de con(tra)dic(c)ión. La multiplicidad de perspectivas [incluso diríamos, de aporías (que se buscan pasar para mostrar que no-se-pasan)] no muestran más que la contingente necesidad de mojarse, de dar la cara, y de verse (dejarse) arrollar (arrastrar) por el de-venir mismo que está por-venir, por el movimiento… insertarse en el movimiento, estar inmersos en él, pues… Lo que implica, por otra parte, pensar en-de-venir, en conceptos abiertos [si es que eso no contradice la idea… o precisamente por eso], dejarse dar, o darse dejando mostrar la tensión que hay en cada dar(se).Lo identitariamente cerrado que llevamos buscando toda la historia no es más que un resto, un resto abierto, un trazo, una huella…

[Por eso lo que uno (en este caso yo o u otro) intenta dejar claro de manera más o menos contradictoria, es decir, de una forma que actúe como con(tra)dic(c)ión, es el fracaso consciente del que voluntariamente sale del umbral para arrastrarse al abismo sin remordimiento, a partirse la cara y a que se vea cómo se parte la cara… que lo vea lo otro… En el fondo lo trágico es un acto de amor.

¿Qué tiene esto que ver con el Heidegger que se vuelve al origen a buscar, con el Heidegger que se cambia a sí cuando cambia su lenguaje [que es él], cuando, mediante un otro estilo, busca la manera de apuntar apuntando? Heidegger no se tira al precipicio, Heidegger se agarra con las garras a la cuerda, se acuerda de Nietzsche y se agarra. Quizá esa agarradera venga a ser ahora el encuentro de uno consigo (en tanto uno se es-curre en la cuerda), pero allí, en la cuerda, uno no se (sos)tiene. La cuerda dice problema, dice final, se (en)cierra… ¿Es esto un juego? ¿Esto apunta por-venir? ¿O hay otro por-venir que no sea el del juego, el de la asunción del juego (tragedia), el de las caídas continuas al abismo?

¿Realmente es Heidegger el que no pro-pone, el que observa el umbral desde ambos lados, el que busca una vía des-esperanzada, es decir, una vía sin espera, una vía des-espera(nza)da? ¿O más bien resuena ahí un ademán de posibilidad de espera(nza)? ¿No hay ahí una i(nte)rrupción? ¿Hay ahí en lo que se refiere al umbral? ¿Hay umbral para el que no se moja? Y, lo que es más grave, ¿hay umbral para el que unifica un proyecto (proyecta una unidad)?]

 

Hay que a-garrarse al desgarro, hay que agarrarse a la decisión que desgarra[16].

En todo caso, el proyecto (inevitablemente buscado) ha de ser un proyecto fuera-de-tiempo (por-venir como a-futuro), fuera-de-quicio, (no) real… un proyecto que viene y va, que perece y aparece, que parece lo que (no) es… que tensiona, que sube la tensión… como si fuera un fantasma… Quizá, lo que podemos decir es que su estructura es espectral… un proyecto espectral, que viene y va, que está y no está, que es y no es, algo fuera-de-cordura, algo a-cordado…

¿Qué es, entonces, un a-cuerdo? ¿Algo privado de cordura y privado de corazón [cor-cordis]?… ¿o será, quizá, lo mismo una cosa y la otra? Es decir, ¿quizá razón y

co-razón estén co-implicados?

Pensando (estando) así, arracional, asensible… (me) soñé sin cordura, (me) soñé sujeto… a la cuerda. Me acordé de la cordura como una sujección al quicio. Me sentí agarrado. No hay acuerdo, pues, sin desquicie. De hecho, me soñé des-quiciado. Mi historia no es más que la historia de un acuerdo imposible, de una locura increíble… Me vi tentado, me vi atentado, me vi intentando… la tentación.

Vi, pues, que un proyecto espectral exigía umbral, exigía no poseer un hogar, exigía estar y no estar, exigía la ex-propiación, exigía lo otro.

(Me) soñé a-cuerdo, me vi ex-propiado, des-corazonado, des-esperado en una espera sin espera, que sus-trae de por sí lo que (quizá) llega, aquello que a-porta… Es la espera que a-porta, que man-tiene el filo, que man-tiene en vilo.

Es lo que pasa [perao] sin llevar [portare], lo que pasa sin pasar. Es lo desgarrado que se (me) da. Yo soy desgarro, soy tensión, soy real… La des-esperación (da) des-esperanza(da)… Hay que esperar sin esperar…

Hay en esto un sentido pasivo… un sentido com-pasivo, un sentido con pasión… la espera de la decisión, la aceptación de la decisión que viene (im)puesta, que viene dada… Una compasión que llama, que (es) es-pera(nza)… Una llama, algo con llama(da), un sus-piro… un suspiro que abre la decisión (que) espera(da).

 

Y dime, amigo, ¿quizá no me estoy saliendo ya del quicio? ¿No estoy ya, acaso, desquiciado? ¿No estoy ya fuera? ¿O es que ya no hay fuera?

 

– ACTO II

Sólo escucho la llegada, la visita inesperada (in-oportuna quizá) de una invitación. Siempre se da respuesta a lo que llega, lo que llega es siempre ya el darse de esa repuesta…Siempre a la escucha[17], sólo digo aquello que no puedo evitar, dejando el resto en silencio…Sólo digo, de mi escucha, aquello que me des-borda, aquello que no puede callarse, aquello que no aguanta el silencio. No sé si puedo decir si este texto ya ha acabado.

 

Intencionadamente, un mismo texto de la obra de Nietzsche es comentado en diversas ocasiones, aunque en cada caso dentro de un contexto diferente. Se ha dejado incluso aquello que para más de un lector pueda resultar conocido, e incluso sabido, porque en cada cosa sabida se oculta aún algo digno de pensarse.[18]

 

…dentro de un contexto diferente.[19]

 

 

“He olvidado mí paraguas”.[20]

(Friedrich Nietzsche)

 

Podría pensarse, quizá, que todo texto tiene una lectura o muchas lecturas, pero siempre todas ellas lecturas de ese texto; que toda lectura de un texto, toda respuesta a una invitación fuese, por alguna razón extraña, reconocible como tal.

Podría pensarse, quizá, por tanto, que cabría la posibilidad de encontrar una lectura que no fuese tal o que se reconociese como no referida a un texto en particular, una lectura sin texto…

Podría, quizá, pensarse en la posibilidad de encontrar respuesta a ciertas preguntas que tuviesen el carácter de no ser respuestas a esas preguntas, que llevasen en su posibilidad la imposibilidad de convertirse en la respuesta a una determinada pregunta. Quizá, por tanto, cabría la posibilidad de encontrar no solamente un texto tal, sino uno que ni siquiera fuese legible, entendible, abarcable, pensable, traducible, transmisible…

 

Pero… ¿Por qué este texto? ¿Acaso busca algo esta invitación a hacer de él una “lectura”? ¿Qué es eso de hacer una lectura?[21] ¿Acaso el texto invita (provoca) a que se hagan de él ciertas lecturas? ¿Habría algo así como un parámetro para determinar que sí y que no sería una lectura de un texto en particular? ¿Habría algo así como un parámetro que indicase, pese a la supuesta apertura a la diversidad de lecturas, cuales valen como lecturas y cuales no? ¿Se ha de considerar como lecturas de un texto sus posibles lecturas? ¿Acaso hay un margen, un límite que indique como lecturas de un texto a aquello que no lo rebasa, que no lo desborda, y muestre lo que queda fuera como una no-lectura del texto?

 

¿Acaso no puede el texto invitar-provocar cierto sentido que parezca alejarse por completo de lo que (se supone que) son las posibles lecturas de ese texto? ¿Un sentido que nunca cabría esperar? ¿Un sentido tan cercano como cualquiera y siempre lejos de ser abarcable, siempre inagotable, in(de)terminable, …?

 

¿Hay quizá alguna norma (o algo parecido, como cierto entendimiento común entre algunos) que permita valorar una lectura por encima de otra, que indique algún límite (aunque difuso) que muestre de algún modo la “rectitud” de una lectura, su corrección o su validez…que muestre, aunque sea, simplemente su referencia al texto del que se hace dicha lectura, su vinculación, su llevar-en o su llevar-sobre dicho texto (su descansar, su apoyarse-en, apoyarse-sobre dicho texto, su tratar-de dicho texto), su portar cierto sentido…(su, porque no, encontrarse, estar en dicho texto o… dirigirse, encaminarse hacia él), su alcanzar cierto sentido…?[22]

 

¿Espera aquel que invita a la lectura (en este caso tú) algo que, aunque nuevo, se acote, se contenga dentro de ciertos márgenes que, aunque difusos, permitan determinar qué es lo suficientemente “serio” para un licenciado en filosofía, alumno de este curso de doctorado? (Quizá cierta extensión, más o menos oportuna, más o menos razonable, más o menos portada, trans-portada en-por-a la situación en la que se da…Quizá cierta calidad, cierto nivel dentro de no sé qué escala constituida para dicha ocasión…cierto nivel a la hora de mostrar no sé qué oportuna muestra…cierto nivel a la hora de leer…como si dicha lectura fuese quizá evaluable, a-probable o no a-probable…como si dicha lectura quizá pudiese sobresalir del texto…como si…quizá…la probable fuese un suspenso…como si ya estuviese en el texto, sin sobresalir…como si quedase suspendida en su (a)probabilidad) ¿Espera quizá alguien (quizá un “se”) cierta decencia (que, en cierto modo deje algo así como una in-decencia, que indique lo que le sobresale como fuera de lo decente…que des-a-credite cierta lectura…) que dé crédito a cierta lectura de un texto?

 

¿Debe mostrar, acaso, la lectura de un texto (a algún otro) que es ese texto el que mueve dicha lectura? ¿Debe dicha lectura dar cuenta, de la manera que sea, de sí misma, mostrar su vinculación al texto del que supuestamente es lectura? ¿Debe encontrar aprobación de alguien (o de sí mismo) o ser, cuando menos, aceptable? ¿Debe ser entendida-entendible o, de alguna forma, satisfactoria? ¿Debe ser, incluso, legible, descifrable? Quizá la pregunta sea: ¿Puede ser descifrable?

 

¿Qué se trata aquí de hacer? Quizá ya esté perdiendo el rumbo.

 

 

Nietzsche[23] es nietzscheanamente, según el Nietzsche que en este caso es (que es, sin duda alguna, Nietzsche), una (y no más que una) UNIDAD difusa que, aunque difusa, es unidad. Ello no me indica simplemente una persona, ni una obra, sino esa multiplicidad de sentidos, esa multiplicidad de “darse(me)” Nietzsche. Nietzsche es (afirmo sin ningún temor a equivocarme) mi interpretación de Nietzsche, que no es otra cosa que Nietzsche mismo[24]. No se trata de ninguna “cosa” o “sujeto”, no se sustenta nada más que en su desparramarse en el sentido dado, dándose, por venir. Yo no sé lo que buscaba Nietzsche, cuál era su intención más profunda (ni tampoco la más superficial), qué quería comunicar (o dejar en silencio), cómo creía entenderse a sí mismo (o como entendía creerse a sí mismo)… eso es algo que ni yo, ni nadie puede saber o acercarse a saber (si es que eso quiere decir algo). La verdad es que eso no me interesa en absoluto. Sería absolutamente ridículo por mi parte querer adivinar algo así como la intención del autor. Sería, quizá, una estupidez querer averiguar qué quería ese “personaje histórico” dar a entender con su “pensamiento”[25].

 

No, yo no voy por ahí (quizá por ahí me ando)[26]. Bien, yo no sé lo que buscaba Nietzsche (más bien sí) pero cuando digo “Nietzsche”, lo primero que hay que reconocer (o por lo menos yo reconozco) es que, aunque sin querer, mantengo, sostengo cierta unicidad de la multiplicidad…pues contengo quizá esa multiplicidad en “Nietzsche”. Él, mi querido amigo Nietzsche, no puede dejar de ser esta aporía. Nietzsche es esa unicidad de una cierta multiplicidad que relaciono entre sí (que se da esa relación) y que me refiero a ella como “Nietzsche”. Digamos que Nietzsche es el vínculo de esa multiplicidad (que dicho de forma bastarda: es aquello que se mantiene de lo que se (me) ha dado en la “constitución”de sentido que “yo soy”. Son todas aquellas referencias que (en mi vida) se (me) han dado y que se mantienen relacionándolas yo (o dándose, simplemente la relación) con ese útil interpretativo (por decirlo de alguna manera) “Nietzsche”). Lo que tú me digas de Nietzsche pasa a formar “parte” de ese mí Nietzsche, pues es “en mí” donde se da ese sentido que es escucharte. Tú hablar sobre Nietzsche no es nada distinto a mi escucharte, pues el tener yo en cuenta la posibilidad de que exista esa distancia imposible de salvar entre tú querer decir y mi escucha, se da en la escucha (en el darse, en el darse-sentido-a-un-interpretar (que no es más que el darse de lo sentido-pensado—sintiendo-pensando)[27]

 

 

 

TEXTO PARA LECTURA

 

 

 

He olvidado mi paraguas. Me acuerdo porque las nubes que se cierran en el cielo no son precisamente blancas. Quizá comience a llover. Si hubiese estado lloviendo antes de salir de casa no creo que me hubiese olvidado. Pero ahora ya es tarde. No puedo regresar a por él. Creo que me voy a mojar, estoy descubierto ante el peligro. No tengo donde refugiarme…Pero… ¿De qué necesito refugiarme? Como si no conociese lo que es mojarse, como si el paraguas fuese a protegerme del agua. No, lo que necesito es un buen par de botas todo terreno e impermeabilizadas con grasa de caballo. Pues no es, esta mi necesidad, debida a la debilidad de mis pies solamente, sino que las requeridas, por mi parte, botas me hacen bien falta para poder aplastarlo todo. Pisar sin lastimarme, pues no es el dolor agrado de nadie (en caso contrario sería placer. Si lo que a mi me resulta doloroso, a otro le resulta placentero, no lo voy a señalar por ello como masoquista). ¡Qué me caiga todo encima! ¿Ante qué me tengo que esconder? ¡Todo quiero escuchar! ¡Todo quiero pensar! ¡Nada…explicar![28]… ¿Quién está en el frente? ¿Quién se enfrenta a lo que viene? ¿Acaso es peligroso? ¿Acaso es más seguro este suelo? ¡Enormes cimientos sobre arenas movedizas! ¿Se creen ustedes protegidos dentro?…como si el peligro estuviese fuera…como si este paraguas fuese a protegeros del mar…como si por recordarlo no me mojase…como si por no olvidar fuese a salvarme…¿Salvarme de qué? ¿Acaso he de salvarme de lo que viene, de lo por-venir? ¿Acaso he de cuidarme de su llegada? ¿He de temer lo que viene más de lo que se pre-viene?…ya decía el refrán: mejor prevenir que curar…mejor protegerse ante su llegada, mejor armarse, mejor esconderse, mejor escudarse, mejor…llevar paraguas…no vaya a ser que llueva…mejor quedarse dentro, seguro (?)

 

Pero no. No es que yo quiera salir. No hay nada fuera que me distraiga.

 

 

 

(Heme aquí en un punto de inflexión. De repente me encuentro en el medio del texto, sin poder frenar su avance, sin poder dominar su proyección, sin poder vaticinar su despliegue… ¿Quién es aquí el “yo”, yo o tú, tú o yo?… ¿Acaso hay aquí algo así como un “tú”? ¿Acaso no soy yo el que está leyendo (escribiendo nuevo sentido, sin poder frenar, sin poder determinarlo, decidirlo…simplemente dándose)?… Esto sí que es una aventura… a ver qué es lo siguiente que digo, que leo, que pienso, que se da…que escucho… Lo que está claro es que estoy solo, enfrentándome a lo que viene sin protección alguna… No se lo que busco aquí, pues ya se da el encuentro… Quizá lo que venga ahora… quizá me guste, quizá me distraiga, quizá me aburra… quizá me repita alguna indigestión pasada… No se, no puedo saberlo. Es un riesgo al que me enfrento casi sin pensarlo… Puede ser que me resulte gracioso, pero también puede mostrarme cierta vulnerabilidad… Puede ser que me abra alguna puerta aún cerrada… Puede ser que duela, que me hunda en un pozo sin fondo, que me arroje sin piedad al abismo… Pero eso no es excusa para dejar de leer…No puedo dejar de leer…no puedo dejar de escuchar…no puedo darle al freno y aparcar y decir ¡BASTA!…no, no puedo, a menos que de repente, el texto, se cierre con un punto y final [29]

Es ese enfrentamiento a lo que viene, a lo desconocido, a lo incognoscible, al no sé qué, el que me hace seguir… es el seguir lo que hace que me enfrente a ello… No sé a donde me va a llevar todo esto… me lleva… Lo cierto es que me estoy escuchando (lo sepa o no lo sepa)… pues no hay nadie aquí cerca… no puede ser otro que yo mismo… yo mismo soy ese otro que es aquí, ahora…)

He olvidado mi paraguas…… ¿Y dicen que Nietzsche no tiene palabras?

 

La distancia imposible, insalvable que hay entre tus lecturas y mi lectura de este texto

 

 

Todo esconde algo más profundo de lo que puedo detectar. Me asomo, miro hacia abajo y lo único que crece es el vértigo. Grito… y no ceso de escuchar el descendiente eco.

 

…y todo volvió a empezar, como si nada se hubiese acabado…

 

“He olvidado mi paraguas”

 

Ahí está ella, ahí suelta, ahora leída, ahora pensada…He olvidado mi paraguas…casi de repente aparecida…inevitable, inesquivable, inesperable aunque quizá…esperada…He olvidado mi paraguas…no se donde, pero si lo he olvidado será por algo. Con este sol de julio no me extraña que me haya olvidado mi paraguas. Pero, aunque no llueva, el sol quema mi piel. Ilumina demasiado. Cierto es que aquí, los que no están cegados, llevan sombrilla…no, yo prefiero quedarme…que se tuesten al sol, que se queden felices bajo sus sombrillas…He olvidado mi paraguas…ahora me acuerdo…He olvidado mi paraguas…¿acaso he debido acordarme?[30]… No sé, quizá la sombrilla no sea portátil…quizá no me sirva de apoyo…quizá, por ello, es el consciente el que se esconde del Sol tras ella…en la playa, mientras los niños juegan en la arena y las adolescentes se exponen a los rayos aparentemente inofensivos, que broncean a la vez que destruyen… que embellecen acelerando la degeneración, la degradación……………………quizá autodestrucción a la vez consciente e inconsciente…¿Subconsciente?… quizá el presente traumatizado sea incapaz de olvidar… quizá lo que (no) se olvida es el trauma…el trauma del fracaso…del proyecto fracasado y, siempre, aún por fracasar.

 

Parece innecesario decir que Nietzsche no “plagia”, sino que, con una maestría inigualable, utiliza suscitaciones ajenas para decir lo que él quiere decir.[31]

 

Digo lo que veo…. Dime lo que ves….. Digo lo que veo en tu visión-dicción.

 

No, yo digo no al proyecto aún por proyectar…digo no a cualquier acuerdo aún por negociar[32]……………..el no conseguir un acuerdo es el punto de partida innegociable para toda negociación si se quiere que (no) fracase[33]. El admitir que es un fracaso (este acuerdo de partida-único acuerdo posible) es la única oportunidad de no romper la

negociación…

 

Solución práctica: explíquese el problema. No salva nada. No define nada. No es definitiva. Puede ser que tu caso se arregle, eso sí, se volverá a estropear (ya sé que esto no me excusa). Puedo gritar, puedo cantar, puedo contar, puedo luchar, puedo cortar, puedo invitar, puedo romper, puedo indicar… puedo, incluso, pro-poner… mas no quiero, pues puedo callar… y digo: yo, aquí, soy el cuerdo… no se crean que por ello (aunque puedo) voy a aceptar… me opongo al acuerdo que no tenga en cuenta mi callar.

 

¿Luchar? ¿Por quién vamos a hablar ahora?… En su boca podemos poner cualquier cosa, incluso LIBERTAD… como mucho escuchemos, como poco dejemos hablar.

 

¡Tanto entrar y salir! A ver si nos quedamos quietos de una puta vez. No me saquéis más de quicio.

 

Sólo juego si aceptamos que es un juego, si no (nos) acordamos (de) las reglas (se da por supuesto, también, que no con-cordamos)

 

 

 

Primeras palabras. He olvidado mi paraguas.

He: …verbo auxiliar que sirve para conjugar otros verbos en los tiempos compuestos…

Olvidado: 1 Participio de olvidar. 2 Dícese del que olvida…

Olvidar: Dejar de tener en la memoria lo que se tenía o debía tener. 2 Dejar de tener en el afecto o afirmación a una persona o cosa. 3 No tener en cuenta alguna cosa. 4 Hacer perder la memoria de una cosa…

Olvido: cesación de la memoria que se tenía. 2 Cesación del afecto que se tenía. 3 Descuido de una cosa que se debía tener presente…

Descuido: omisión, negligencia, falta de cuidado. 2 Olvido, inadvertencia. 3 Acción reparable o desatención que desdice de aquel que la ejecuta, o de aquel a quien ofende o perjudica. 4 Desliz, tropiezo vergonzoso…

 

He olvidado la memoria…he cesado la memoria…he descuidado lo que DEBÍA TENER PRESENTE…lo he omitido, lo he desatendido…lo he descuidado…debía tener presente mi paraguas, pero he tropezado vergonzosamente…

He dejado de tener en cuenta mi paraguas…he hecho perder la memoria de mi paraguas… ¿He decidido?… ¿Se ha quedado simplemente en el olvido?… ¿No será que el paraguas está roto?… ¿No será, quizá, que ya no sirve?… ¿Podría ser que sólo haya heredado el olvido del paraguas?…. Quizá el proyecto me sea ajeno… NO, no ha dejado de haber proyecto, no cesará el proyecto hasta que se cierre con un punto y final

 

 

¿He ocultado el trauma?…de tal forma que domina… ¿subconsciente?

¿He aceptado el fracaso? ¿Lo he simplemente ocultado?…

¿Domina, quizá, ahora el fracaso del proyecto…?… ¿se ha olvidado ya que el proyecto ha fracasado?… ¿acaso no hay quienes se asoman y miran dentro…y buscan fuera…y pro-ponen…?

 

…he ocultado el proyecto…el proyecto no sirve, por ello lo oculto… es mentira, por ello lo oculto… es un fracaso, por ello lo oculto…[34] me hace incluso sufrir, por ello lo olvido. Pero ahí está, ahí detrás, manejando nuestros sueños, moviéndonos en la sombra…Quizá el posmoderno sólo sea el moderno traumatizado por su fracaso…el que cree y a la vez no cree…el que no puede (no quiere) re-cordar su trauma…el que dice cualquier apoyo sirve…Tantas promesas incumplidas,…

…Ya está bien de debilidades. La duda no es el ya. Digo.

 

Paraguas: Utensilio portátil para resguardarse de la lluvia, compuesto de un bastón y un varillaje cubierto de tela que puede extenderse o plegarse…

 

Utensilio portátil…bastón sobre el que apoyarse… ¿Será por cierta cojera? ¿Será por miedo a andar sólo? ¿Será por no fiarse de sí mismo? ¿Acaso puedo fiarme de un simple bastón si ni siquiera me fío de mí mismo, si parto de que no me creo, de que no encuentro apoyo dentro? ¿A quién puedo creer? ¿Acaso puedo encontrar apoyo en alguien fuera? ¿Hay esperanza fuera de la espera? ¿Hay solución fuera de la espera? ¿Es la espera la solución o es la solución, simplemente, la espera? (La esperanza es lo último que se pierde…si ni esperar puedes ¿Qué te queda? ¿Cuál es aquí la trampa? Nunca debemos perder la esperanza… ¿Cómo es posible perder la esperanza? ¿Cómo es posible dejar de estar a la espera?…siempre se está a la espera, a la escucha…soy espera, soy escucha…y (lo) (a)demás…el resto…)… ¿De qué me sirve el apoyo? ¿Qué es lo que tengo que apoyar? ¿Acaso hay algo con lo que no puedo? (sinceramente, sólo tengo que compensar los pesos, aunque quizá ya esté preparado para hacer piruetas) ¿Para qué los necesito? ¿Podría pensarse que me sirven sus respuestas? ¿Podría pensarse que ya están más cerca o, simplemente han pasado más cerca? ¿Acaso su estrellarse (ellos) es mi solución? ¿Acaso su haberse “confundido” me señaliza el camino? ¿Podría creerse en la posibilidad de que me acercan a un des(a)tino? ¿Qué es lo que tengo que esperar? ¿Quizá algo que viene? ¿Cómo no esperarlo?… quizá des-esperando… ¿cómo voy a perder la esperanza? Sólo que… no es algo lo que espero… no tengo ilusión en que algo llegue… no me abro al futuro con una sonrisa… pues no me apoyo en el bastón cuando llueve…

 

 

 

Olvidar el bastón. Descuidar el apoyo… quizá para ti sea un tropiezo vergonzoso… puede ser que sea vergonzoso, pero ¿un tropiezo?… puede ser que te dé vergüenza, pero ¿Qué sea vergonzoso?…yo creo que más vergonzoso es mantenerlo, utilizarlo, dejando que se atrofien las piernas aún sanas…o… ¿Es que ya no se sostienen? ¿Es que ya no mantienen el peso que hay que so-portar?…quizá el peso no sea tanto. Quizá, simplemente, esté inflado. Quizá el bastón trajo consigo la mochila[35], cargada de buenas intenciones, soluciones, promesas…hasta que ya no cabía más, hasta que el mismo bastón quebró……puede ser que dejando la carga…puede ser que tirando…

 

No sé, lo que está claro es que ni las muletas pueden sostener tal aberración.

 

Dejar de buscar el dónde buscar. Ni dentro ni fuera…ni antes ni después… Sobran las ocurrencias.

 

 

Parar: …2 Ir a dar a un término o llegar a un fin…6 Detener o impedir el movimiento o acción de uno. 7 Prevenir o preparar…12 Ordenar, mandar, disponer…15 Estar pronto o aparejado a exponerse a un peligro. 16 Detenerse o suspender la ejecución de un designio por algún obstáculo o reparo que se presenta…

 

¿Qué es lo que se detiene? ¿Qué es lo que se impide? ¿Qué es lo que se previene o se prepara? ¿Cuál es el término o el fin al que se quiere llegar mediante este ordenamiento, mandato o disposición? ¿Cuál es el peligro al que se cree estar expuesto?…Miedo, he ahí la cuestión, miedo al miedo… El siempre-estar-surgiendo-sentido es algo así como una huida. Las convicciones son fruto de un no mirar atrás (no me refiero a un atrás referido al tiempo histórico). Mirar siempre adelante y no volver nunca la cabeza, pues no vaya a ser que nos convirtamos en estatuas de sal. Miedo a lo que somos (siempre como supuesto (me refiero al plural), miedo al sinsentido. El querer dominar, el querer controlarlo todo es la mejor huida al miedo. Mirar siempre a lo que está en frente y no al mirar mismo, ayuda a mantener el sinsentido oculto tras el sentido.

Nadie me entiende ¡Menos mal!… más bien quiero decir… sólo con intentarlo se darán cuenta que es im-posible (espero… pues no puedo hacer otra cosa).

Disposición, mandato, ordenamiento…llega incluso a ser el mayor de los deseos…seguridad…estar preparados ante el peligro de lo que viene, de lo que se pre-viene…Fijación-despliegue-control-futuro ¿Acaso ya existe el futuro? Progreso-evolución-mejora…Pro-yecto…despliegue de la Historia hasta alcanzar su fin, el fin…

 

 

 

¡Que venga!… Dejad que venga… Dejad que venga… Dejad que venga…

 

 

 

Creer…creer…creer…Ten fe…cree… ¡Bienaventurado el que crea sin ver! …la esperanza es lo último que se pierde…salvación…nadie más te ofrecerá una salida…se bueno y cree… ¡No vaya a ser que te pierdas! ¡Irás al infierno! ¡A donde van los que no creen! ¡No olvides tu paraguas! ¡No descuides tu apoyo! ¡No tropieces vergonzosamente! ¡No te mojes…no vaya a ser que… …Ya sabes, no lo olvides… Las cosas son como son … ¿No vendrás tú a enseñarnos a nosotros cómo se hacen las cosas, cómo son las cosas!¡No creerás que sabes tú más que tantos siglos que llevamos a nuestras espaldas! … vamos hombre, ¡habrase visto tal des-facha-tez! Humildad es lo que tienes que tener si aspiras a saber, agacha la cabeza como todos hemos hecho en un principio, para poder llegar a donde estamos… pues no te creas más que nosotros, pues somos más y nos apoyamos en una larga búsqueda…¿Crees saber tú más que estos autores consagrados? ¿Crees saber más que yo, que soy mayor que tú, que he estudiado más tiempo, que he aprendido muchísimas cosas que nunca habría imaginado, que ya sé que sé, que ya sé quien sabe y quien no, que ya he aprendido a distinguir (después, claro está de un arduo esfuerzo) la verdad de la falsedad, lo correcto de lo incorrecto, lo que vale de lo que sobra? …Yo soy quién de corregirte, pues he llegado más lejos que tú, ya me han hecho caso, ya me escuchan y me aplauden en los congresos, ya me han dado un título aquellos que estaban más arriba que yo…ellos me han corroborado como su sucesor(a), como ela continuador(a) de esta búsqueda de la verdad ( o de lo que humildemente encontremos)… si quieres ser algo, nosotros tenemos que aprobarlo…si quieres que te escuchen, aprende de nuestras palabras, aprende como se hacen las cosas…aprende de nosotros que hemos recibido el testigo y sabemos como hay que caminar, como se deben presentar las cosas, como se deben tratar los temas, como se debe escribir con corrección, pues ello ya ha sido dicho, establecido y aceptado mucho antes de que tú nacieses (pues ya sabemos nosotros como ha de cambiarse, si es que ha de cambiarse)…de que tú, osado y atrevido mozalbete, abrieses la boca para decir tonterías, para decir cosas que no entiendo … tendrás que someterte a nuestra corrección, con humildad, tú que aspiras a ser filósofo…pues no creas que lo que tú lees está bien. Yo te diré lo que está bien, yo que estoy aquí para enseñarte… ¡Cree! ¡Ten FE! ¡Arrodíllate ante mis enseñanzas! Pues no hay otro camino pequeño saltamontes…Todos hemos tenido que sufrir lo mismo…Da gracias de que ahora sea así, porque antes… ¿Acaso no quieres ser bienaventurado? ¿Acaso quieres ir contracorriente, contracontracorriente? ¿No quieres ganar nuestra aprobación? … ¿Acaso no quieres salvarte? ¿Acaso prefieres quedarte solo, sin que nadie te escuche, sin que nadie te haga caso? O…peor aún, ¿Acaso quieres que se rían de ti, quieres ser motivo de escarnio, quieres que te tomen por loco? … O estás con nosotros o estás contra nosotros… Ven con los normales ¿No ves a tus compañeros que bien lo hacen? ¿No ves que buenas ovejas de rebaño son? ¿No serás tú uno de esos lobos? … Yo, como buen perro pastor que soy, como buen guía, no permitiré que los corrompas, que los desvíes del camino adecuado (venid bonitas, no tengáis miedo, pues yo soy quien puede ayudaros, quien puede enseñaros, quien puede entregaros el testigo de nuestra tradición, de nuestro saber…Yo soy aquel al que llaman docto…Lo único que tenéis que hacer es no salir de esta parcela vallada, no os separéis del rebaño, no caer en las tentaciones… el miedo es necesario para prevenir, temed al lobo, temed la lluvia, no olvidéis vuestro paraguas…Aquí, junto a mí permaneceréis seguros…Aquí estaréis a salvo, eso sí…quien se vaya, que no vuelva…quien no siga mi recto caminar, que tiemble… Pues no hallaréis reposo más que aquí, con los vuestros), pues yo soy su mayor apoyo, pues yo puedo cargar sus mochilas…de sentido, de mucho sentido, de tanto sentido que casi pierdan el miedo, que casi olviden la angustia, que no tengan fuerzas para a(des)scender, para asomarse al abismo, para cruzarlo por la cuerda floja… Ven tú con nosotros, pues aunque quieras esconderte, no eres más que un gusano. Ven y deja que yo vuelva a ponerte en dirección, deja que yo te explique lo que es real, deja que te cuente un cuento…

…Érase una vez…¿Qué una vez ( se) era…

….y todos rieron felices.

Ja ja ja … mi risa es mi lamento al ver los cerdos que en el agua flotan.

 

Me niego a estrellarme contra un muro.

 

 

…y todo volvió a acabar, como si nada hubiese empezado…

 

No se vaya a creer usted que se trata de un dulce paseíto. Tampoco se crea que es muy divertido, pero no hay ninguna solución. No piense que por andar un poco más… No, el problema no es solucionable. No se vaya a pensar que en algún punto del camino, en algo así como un lugar tranquilo, vamos a poder descansar. No, sólo puede usted parar para continuar, sólo puede descansar para coger fuerzas…pero no se descuide, pues aunque crea lo contrario no tiene usted ninguna protección…Yo he olvidado mi paraguas, pues ya sólo es un estorbo, una molestia para caminar…yo de usted lo cerraría, aunque……..tenga cuidado, no se vaya a asustar.

Y recuerde, no lo olvide, mantenga el equilibrio… no se vaya a caer.

 

Camino andado, camino por andar, me mienten las señales? Ellas no saben lo que indican, indican…su no volver atrás.

 

Aquí hay cosas que he dudado en poner, sólo quizá por eso he debido de olvidarme.

 

 

 

Era aquel uno de esos días que llaman felices. Era aquella una mañana ilusionante. Lo único que rompía la calma, eran las risas de los niños jugando bajo la deslumbrante luz del Sol de agosto. Todo allí parecía gozable, fraternalmente amistoso, enteramente agradable. Tanto, que se me hacía incluso doloroso, digamos que insoportable. Los rayos se reflejaban en los dientes del HOMBRE, impidiéndome tal reflejo abrir los ojos. Los cerdos retozaban alegres y embarrados…volaban las bellotas con el viento y…ya está, no leas más, pues este texto no es para lectura.

 

 

 

He olvidado mi paraguas… he arrancado el parabrisas… ya está bien de acelerar escudándose… Ese no es el camino ¿Cuál es el camino?… ¿Adonde he de ir? ¿Quién cree no perderse? ¿Quién cree que alguien puede ser un buen camino? ¿Quién cree qué quizá él ya es un buen camino? ¿Quién cree en…? ¿Quién se cree… estando apoyado… estando proyectado… estando tras el parabrisas… a sí mismo?

 

A 200 Km. por hora y se creen seguros tras el parabrisas… No, yo prefiero ir andando y si llueve me mojo… y si hay curvas no tengo porque frenar.

 

 

El verdadero camino pasa por una cuerda que no está tendida en el vacío, sino casi a ras del suelo. Parece más bien destinada a hacer tropezar que a ser recorrida[36]

¿Quién se mantiene en la cuerda? ¿Quién se mantiene cuerdo? ¿Quién es capaz de no tropezar? ¿Quizá el hombre inseguro en su seguridad? ¿Quizá aquel que teme caerse?…. No, éste sólo a-cuerda… toma o cede… pide o debe… El loco es aquel que huye a la normalidad, el refugiado, el posicionado coherentemente según la “realidad” que (él) es, el que no lee lo in(e)scrito , el que no escapa de la aporía, el que cree… y además… cree que el juego es la verdad…. NO juega a lo in-jugable.

 

 

 

 

Abraham[37]-Quizá sólo encuentre formas de decir(aquello que es también formas de decirlo)lo.

 

 

No lo tomes en serio.

 

 

 

¿Estás en la cuerda floja?… ¿Oscilando?…me obsesiono con la idea de no obsesionarme…me miro en el espejo y crecen las pupilas.

No, yo no salgo, pues tampoco he estado nunca dentro…la verdad, si he llevado paraguas, fue más para tapar la deslumbrante luz del Sol, que para resguardarme de la lluvia…Quizá ya he fracasado sin empezar…

 

 

El que aún esté buscando que se estrelle,

el que aún flota que se hunda,

el que se encuentre que navegue,

pues no hay aquí cosa más profunda,

que aceptar la tragedia de entrada

(No llevar paraguas cuando llueve,

ni creer a la razón desesperada)

y sufrir la felicidad fecunda

de-volver (a) la meta fracasada.

 

“He olvidado mi paraguas”

(Friedrich Nietzsche)

 

Ahora lo re-cuerdo…………………………………………………………………

………………………………………………………………………………………..

………………………………………………………………………………………..

……………………………………………

 

 

…y todo volvió a empezar, como si nada hubiese acabado…

 


– ACTO III

no decidiré si escribir o no hacerlo
si lo hago será (in)decidido por el texto
en todo caso serás tú quien (me) escriba…

A la hora de enfrentarse a un texto, de leer un texto, no como algo que aparece ante mí (independiente de mí), sino como algo que sólo aparece cuando se lee, cuando entre el lector y lo leído no media la distancia insalvable de la objetividad sino que la barrera de la subjetividad creadora actúa constantemente creando en todo caso un texto siempre nuevo; en este momento en el cual el texto acontece para mí (que lo leo) ¿importa acaso lo que yo sepa de antemano sobre el texto, sobre el autor del texto, sobre lo que otros dijeron acerca de ese texto, sobre la época en que fue escrito, sobre el estado anímico del autor en el momento de su creación?

La respuesta que parece evidente y que surge con inmediatez es: sí, importa.

En efecto, todos los elementos que actúan en la creación de ese texto que nace bajo mi lectura importan, influyen a mi lectura y, por lo tanto, al texto. Pero lo interesante de la pregunta no es la respuesta sino de que manera podemos considerar[38] la pregunta misma. Quiero decir, si consideramos la pregunta desde una lente tradicional, desde una lógica de la oposición, la respuesta parece ser la siguiente: sí, importa…porque todo lo que yo sepa de antemano sobre el texto que voy a leer hará que mi comprensión del texto sea más abarcante, más profunda, más cercana a la “verdad” del texto…en una palabra: mejor.

Parece evidente, también, que mis gafas para leer no poseen este tipo de “aumento”.

Evitando, en lo posible, el peso de la tradición (la cual nos dice como se debe leer, como se debe escribir, cuales son los sentidos, los estilos, las coordenadas, la verdad que un texto transmite; y cuales son los elementos despreciables o prescindibles para la comprensión correcta del texto, lo cual me parece, si cabe, peor), apoyándose en una lectura que ya no cree en verdades reveladas ni precedentes, que desconfía de las valoraciones binarias (bueno-malo) y que se autodefine a sí misma en la acción y no en el recuerdo, la respuesta sería la siguiente: sí, importa…porque todos los elementos que posea y ponga en juego mi lectura formarán parte constituyente de ese texto que ahora nace, cada dato que el texto o yo ( ¿hay diferencia? ) aporte formará parte del texto mismo, es decir, de mi lectura.

si escribiera algo sería por placer y dolor
ni por ti ni por mí, por escupir
palabras finitas en torsiones infinitas…

Si cae en mis manos un texto que escribe: ”He olvidado mi paraguas” (Friedrich Nietzsche); y me pongo a escribir otro texto también nuevo, sería absurdo e imposible pretender decir lo que tú (lector) o cualquier otro quiere escuchar (decir), igual que sería absurdo e imposible pretender decir lo que Nietzsche dijo (si es que dijo algo). Lo más que puedo hacer es leer el texto después del texto. Hacer lectura. Dar lectura. Hacer texto. Una lectura nueva, de estreno para mí, que es nueva para mí hoy y mañana, en esta frase y en la anterior. Que es nueva ahora para ti, que es tu lectura nueva de mi lectura nueva, que es tu leer el texto después del texto. Si esto es, de alguna forma o en alguna medida, así, no estoy leyendo a Nietzsche sino a mí mismo; igual que tú te estas leyendo a ti ahora.

Una lectura con ojos tradicionales podría considerar que la frase misma es marginal, que no tiene importancia, que no quiere decir demasiado. Esta lectura pretende hablar exclusivamente del texto. Pretenda lo que pretenda no puede dejar de hacer lo que hace. Mi lectura se ve, también, seducida por esta lectura, aunque sin pretensiones semejantes. Mi lectura comparte esa marginalidad de la frase, aunque se aparta de su lógica: marginal®sin importancia. Más bien leo lo contrario: marginal®importancia

Un pensamiento (del ) (al) margen sólo puede ser residual, periférico, apartado del centro, pero no para diferenciarse de él, sino, más bien, para destruirlo de esencias, para mover el centro del punto fijo ilusorio en el que se sitúa, para volver la fijeza relativa, subjetiva, referencial… El centro no es el centro del “todo” sino, tan sólo, de sus periferias. Y cada periferia de ese centro es, a su vez, un centro de periferias[39]. Es un pensamiento que hace de la periferia un centro, esto es, algo en lo que también centrarse.

Incluso puedo poner esta dirección de lectura en las palabras mismas del texto. Puedo hacer encajar mi interpretación en el texto pretérito y seguir apretando mi tuerca.”He olvidado mi paraguas” (Friedrich Nietzsche), “he perdido mi centro fijo[40] que me acoge” (Delmiro Rocha). Olvidé-no tengo-perdí la protección que me res-guarda (que guarda la cosa) de algo que, por alguna razón, me quiero res-guardar. Dejo de ser cosa cobijada, protegida, sin abertura (a lo monstruoso) y paso a estar en la vida sin plena seguridad, con centros y periferias que se mueven de aquí para allá, con mi negación, mi afirmación, mis contradicciones…olvidando mi paraguas me acuerdo de mi olvido, des-centro, también, mis periferias. Estas tienen una importancia central en cuanto periferias, pero no son centros, son periferias que es necesario des-centrar.

si digo “escribo” en primera persona es
para llamar a la comprensión, no hablo
de acuerdos ni de un “yo” firmante…

La lectura de un texto no dice el texto que lee sino que crea un texto, un texto nuevo que no puede ser más que otro, y, por lo tanto, decir otras cosas. Cuando yo leo en el olvido de un paraguas el quedar despojado de una protección no puedo alejarme a mí mismo de este olvido. Lo cual no quiere decir que elimine a Nietzsche, pero si que, como mínimo, me pongo a su lado (o, más bien, encima, desdibujándolo sin borrarlo).

La pérdida de protección me arrastra a una soledad propia, una soledad que se acompaña a sí misma y que permite la apertura a lo “otro“. Una soledad fuera de lo “normal”, lejos de ese trozo de realidad, de esa parte que se convierte en todo, de esa metonimia, de ese recurso (creación) humano que ayuda a comprenderse plácidamente, a tranquilizarse, a mantenerse en la cordura. La soledad propia aparece para mí en la pérdida de protecciones, en la pérdida de la “normalidad” relajante, cómoda, y me empuja al precipicio, me obliga a saltar fuera de la cordura, a su periferia, al lugar des-protegido de la cordura, esto es, a la locura. Me centro en la periferia de lo “normal” y me vuelvo loco. Esta locura sin armaduras abarca otra parte de la realidad, olvidando sin olvidar lo “normal”, mutando lo real, engordándolo, enfermándolo de locura. Se modifican los pilares, se rompen los bastones, se suspende la razón, se irracionaliza la razón, se produce una comprensión en el problematizarse que no sueña con soluciones universales (es posible que ni individuales), entender que no entiendes, incluir-se, superar-se, eliminar-se, crear-se, tener-se…

Esta locura tropieza con la vida porque no prepara el camino, simplemente camina. La vida te llama- a ti, no sólo a tu razón, a tu razón también, por lo tanto superada, desinflada, sin jerarquía. Ven tú, no mandes tus ideas (pues ellas no saben llegar solas).

El orden, la protección, la seguridad, duerme mis pasiones, abigarra mis ideas, las vuelve fuertes y (mis ideas) hacen doblegar a mis sentimientos. Me matan. Matan al ser humano. Podemos no ser humanos, es una posibilidad humana.

Cuanto más fuertes sean mis agarraderas, cuanto más seguras y útiles, tengo la sensación de que más esclavo soy de ellas, que más me agarro, que más confío…que son más ellas y menos “yo“. Si hoy mis agarraderas son ideas, más idea soy. Si son pasiones, más pasión soy. ¿Y qué soy? No sé cómo responder ni que responder ni si se puede responder. Como mucho soy lo que voy siendo, no me puedo parar, en tal caso no sería. Quizás el problema radica en querer responder una pregunta semejante. Mejor abro de par en par la puerta del corral y que escapen todos los animales, que sean sin preguntas, por lo menos, sin mis preguntas.

y si sin querer me reflejo en estas palabras
no pueden ser más que espejos, ilusion-es,
opinión de otro, habladuría sobre mí…

No puedo hacer más que esto, dejar la frase, la palabra, el texto abierto de par en par, que no permita una interpretación última, un decir verdadero, una verdad que sería la asesina venida de fuera. Una verdad que acabaría con el problema de un balazo, cual sicario que actúa única y exclusivamente conforme a un fin. No se trata aquí de arreglar, ni de hacer llevadero algo que no nos cabe en el equipaje o, cuando menos, que nos molesta al andar. Más bien sería un no-soportar lo insoportable, para no caer en la trampa de modificarlo (cambiarlo, adaptarlo…en definitiva, crearlo!) hasta la soportabilidad. No soporto lo insoportable por eso me mantengo en ello.

Y ahí me mantengo, en un olvido que me hace crear, que no me exime de responsabilidad pero que parece ligerarla en cuanto a algún tipo de responsabilidad consciente. ¿Soy responsable de mi responsabilidad inconsciente? ¿Subjetiva? ¿Del no control? ¿Se es (o se puede ser) responsable del olvido? ¿Y de lo olvidado?

Me olvido de una protección, de una protección heredada, de una protección que es mía en derecho de herencia y, a la vez, en cuanto creación mía. Heredo algo que llega a mí ya nuevo, que se re-crea en el pasar hasta mí. Heredo una protección que ya no protege de la misma forma pero que sí protege, que sigue protegiendo. Sólo no (me) protege si (me) olvido de que (me) protege en la forma nueva que me protege a mí.

Olvidar una protección heredada, un consejo paterno que te dice, aconseja (obligándote) que lleves paraguas para protegerte de lo que se te viene encima (lluvia, nieve, sol, meada de un niño desde un balcón, tormenta de ranas, confeti carnavalesco…) me hace pensar en un olvido afirmativo, un olvido que me hace conocer el paraguas por primera vez al enfrentarme al chaparrón (de lo que sea) que inyecta el sentido al paraguas, que lo crea, pero no lo obliga. A pesar de esto, la herencia obliga, orden(a), prescribe cómo y de qué protegerte. No te tejas, protégete!!!

El paraguas se hereda cambiado, tornado nuevo, pero no pasa de moda, está fuera de las tendencias mientras no cambie la lluvia (mi/nuestra lluvia) y la forma y las ganas de protegerse de ella. Sólo el loco sale a la calle sin paraguas en una noche de tormenta. Así es, sólo el loco puede vivir una noche de tormenta. ¿A quién preguntar, entonces, sobre ese trozo de realidad que me fue oculto en herencia? Sólo cabe una respuesta sin cordura, al margen, una respuesta de locos.

Heredar protecciones, esto es, elementos contra los cuales las discordias rebotan, se alejan del centro, se periferizan, dando la sensación de no-existencia. Si colocamos una armadura antes de haber recibido ningún golpe no sabremos en absoluto lo que un golpe es, o puede ser. Pero no es que conozcamos idealmente el golpe (daño) sin haberlo experimentado nunca, sino que el golpe mismo desaparece, mejor aún, no aparece nunca, no existe.

¡¡Sigue mi ejemplo y no te mojarás nunca!! Hasta tal punto que la lluvia dejará de existir, o no existirá, ni siquiera, una sola vez. Pasa al plano de la irrealidad. Se convierte en fantasma, dice ser pero no es. No se trata de conocer el fantasma, lo cual no sería más que des-fantasmizarlo, sino de darse el fantasma. De no tenerle miedo a eso que da miedo. Ir y padecer el miedo. Tener miedo. Un mundo protegido es un mundo apartado del miedo, un mundo que deja fuera, que periferiza, que centra. No es hablar de lo que no existe sino sólo hablar de lo que queremos que exista. Ponemos límites. El paraguas es (puede ser) un límite, una frontera, la posibilidad misma de la verdad. No puede haber verdad sin falsedad (lógica dualista heredada). Si todo es verdad no hay verdad. Busquemos, entonces, esas mentiras que nos darán la verdad. ¡Delimitemos! ¡Separemos! Pongamos diques y fronteras para apartar lo falso, para que no contamine la verdad. Sólo en la separación (creadora) de lo inseparable podemos encontrar verdad. Por esto, la escritura al margen, la reivindicación de la ausencia de escudos aparece como necesaria para eliminar el dualismo verdad/falsedad. Introducimos el fantasma en el mundo (hacemos mundo). Deja, así, de haber verdad con mayúsculas, el mundo deja de existir (para la verdad).

 

…y mientras el texto me empuje seguiré,
incluso puedes pensar si estás de acuerdo o no
con “tu” texto…

Sólo puedo abrir (leer) el texto de esta forma, diciendo, callando.”He olvidado mi paraguas” (Friedrich Nietzsche). Todo lo que me diga, me suscite o me mienta esta frase es, de alguna forma y en todo caso, lo que yo (me) diga de ella, me suscite o me mienta, son la misma cosa, o, por lo menos, no las puedo separar. Aunque, efectivamente, la frase fuese escrita por Nietzsche (cosa de la que no voy a dudar aquí) me aleja de él el hecho de ser yo quien la leo. Leer a Nietzsche significa decirme algo yo a mí, con un empuje irrechazable hacia su figura, lo cual no asegura en ningún caso decir sus intenciones, ideas ni, por supuesto, razones.

No leo en su olvido toda la crítica metafísica a la cultura occidental, sino, el olvido de su paraguas. Lo cual no quiere decir que no lea nada. ¿Leo algo? Sí, el olvido de su paraguas. Su paraguas olvidado no me remite, tampoco, al olvido del paraguas de occidente. Solamente me hace pensar en que Nietzsche se mojará, se mojó, se moja. Por lo tanto, leo el olvido de una protección individual. Protección común a la cultura occidental (y no sólo a esta) pero necesaria de acción concreta, de portador personal.

Él olvida su paraguas y yo leo varios folios, escribo al margen desde su margen, pierdo el límite intentando situarme en el límite; esto me permite escribir en dónde, desde dónde y por qué escribo[41]. Escribir al margen es ya romper el margen, es quebrantar aquello mismo que pienso, es, a sí mismo, pensar. Escribir al margen es deconstruir el texto desde el texto (¿acaso no pertenece al texto su propio margen? ¿No es texto?).

Nietzsche margina “he olvidado mi paraguas” en su Gaya Ciencia, rompe el texto, su texto, se rompe, se des-limita. Imprime importancia a la frontera en cuanto que la rompe, en cuanto que no la hay.

Cuando digo que no veo una conexión irrechazable entre la frase que me ocupa y la significación del hacer histórico-filosófico nietzscheano no estoy diciendo que no exista. Lo que quiero es enfatizar la posibilidad de que no exista[42], la apertura de sentidos que nos llama, el posible sentido de no haber tenido la intención de decir nada. Yo no quiero decir nada. Este es el terrible y esperanzador sentimiento que me obliga a decir sin descanso, desde el límite, desde el margen. Decir el margen es decir aquello que parecía no decir nada, pedir discursivamente el silencio, callar hablando, decir que no digo. Quizás el proceso (in)consciente de mi postura articule un intento constante de vaciado de sentido en cada decir; abortar las palabras en el momento mismo de su inseminación. De esta forma las palabras apuntan hacia aquello que no dicen, hacia el discurso del silencio, hacia las pretensiones de los folios en blanco. Es un escribir con plumas de tinta invisible, un poner palabras de tal forma que se autodestruyan en el momento mismo de ser leídas dejando, así, el espacio siempre libre, aunque no intacto, para la siguiente palabra, para el siguiente sentido autodestructivo.

el texto por él mismo, las grandes
razones (me) pesan demasiado…

Me gusta pensar la idea, la posibilidad de la idea, de que Nietzsche escribiera “he olvidado mi paraguas” para, por ejemplo, despistar a los editores, para confundir a los críticos, para hacernos a mí y a ti aquí y ahora trabajar, para obligarnos a pensar bajo equívocos, sin recursos, sin seguridades, sin comodidad…sería una pretensión de ayuda a la elaboración filosófica por-venir. El grado de posibilidad fáctica de esta interpretación no es, en absoluto, relevante para el pensar mismo de tal posibilidad; me trae sin cuidado.

Parece claro que la pretensión de buscar un sentido último, fijo, universalizable a toda razón y con un único y riguroso valor de verdad en la palabra nietzscheana no es mi pretensión. Mi hacer es más una tensión, un tirar de varios lados, una poli-tensión que no quiere llevar a un lado concreto sino sentir el problema mismo revolviéndose. Pero… ¿Acaso hay problema? ¿Cuál es el problema? ¿Qué es un problema? Hay problema si yo hago (veo, leo, siento, creo…) problema, si quiero problema. Hay texto, quiero texto, me quedo en el texto….

….y en el texto me quedo, sin reglas, sin caminos, sin mapas. Diciéndole sólo a él sin poder decir nada sobre él. No es una cuestión de peso ni de volumen, tampoco de rigurosidad ni de calidad. No le atiendo a los límites ni a los abismos. Si caigo en uno…mejor. No hay que rendir cuentas a ningún lector, ni ofrecer lo esperado. No hay porque ofrecer nada. Ni a mí mismo tengo que demostrar ninguna cosa. No me importas ni tú ni yo. ¿Importa el texto? A mí me importa el texto (ahora), por eso no tengo que rendirle cuentas a él tampoco. Sólo me queda permanecer en él, aguantar, resistir sus envestidas y disfrutar sus caricias. Y mañana no sé. No sé lo que será eso…pero tampoco importa mucho. El texto es siempre hoy. Mañana, a lo sumo, será otro. Si es no fue, si será no es. Y siempre en el bolsillo, creándose a cada paso que doy, cambiando de letra en cada lugar que lo abro, (des)haciéndome siempre.

puede ser que sea texto, pero no soy mi
texto; además, este texto siempre fue tuyo…

 

 

– EPÍLOGO

La alteridad en “La casa tomada”, de Julio Cortázar

“Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer.
En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”.
J. L. Borges.

 

 

El concepto es la anulación de los posibles externos a la norma generada en el movimiento constitutivo; el saber es la ordenación sistémica-sistemática-semántica del conjunto de acontecimientos y la sumisión a la regla nacida del ejercicio del razonar (pensar) en un lugar y un tiempo. En este sentido la hilaridad que atrapa al lector de la enciclopedia china mentada por Borges y rememorada por Foucault, que se enfrenta desde otro momento y otro lugar con una “taxinomia” perfectamente estructurada y herméticamente cerrada, a la que en cierto modo no se le puede negar su “buen” funcionamiento. No es muy difícil establecer una cierta correlación con la dinámica actual científica, o volver la mirada hacia los gloriosos ejercicios filosóficos de sistematización doctrinal de antaño. ¿Qué se pretende con la estructuración del saber y el diseño racional del pensamiento?¿Dónde está la legitimidad de la segregación que funciona desde el origen de la metafísica de occidente, al menos si se acepta el discurso histórico constituido después de Hegel[43]?¿No es acaso la construcción del suelo firme lo que empuja al distanciamiento de lo Otro, hacia la paulatina fijación de lo Mismo, implantada de modo extremo tras el idealismo?. Y de modo paralelo, se puede ver quizás, después de Nietzsche, una agitación inusual a la captura del nuevo modelo, como si el pensador fuese expulsado del hogareño mundo ideal y tuviese ahora que deambular por avenidas desconocidas, llamando a cada puerta, buscando sin descanso el nuevo espacio habitable, la nueva “casa”. “Lo que cuento es la historia de los dos próximos siglos. Describe lo que sucederá, lo que no podrá suceder de otra manera: la llegada del nihilismo”[44].

Teóricamente, el punto de partida estaría en la identificación griega del pensar y el ser por obra y gracia de Parménides[45]. Desde el momento en que se genera la identificación, se cae en la trampa de la necesidad de aislar toda alternativa a lo Mismo (Ser, i.e. pensar). Del mismo modo se garantiza el acceso al “saberse Uno con Todo” por cuanto rige el mismo sistema de normas en eso que se llama pensar. Comienza la edificación del hogareño mundo verdadero y la marginación de todo aquello que no puede ser recogido bajo el rótulo del ideal. El saber echa raíces. Descartes construye estructuras arborescentes. Deleuze responde con la fractura del rizoma. Debemos entender entonces que el mecanismo se pone “radicalmente” en marcha, que siempre se está poniendo en marcha, e inclusive que el relato histórico hegemónico funcionará como coartada o legitimación de la única manera de pensamiento, largando a todo lo que no se cuadre a los propósitos de la articulación semántica en curso.

El ordenamiento da lugar a lo familiar, lo que se espera. El caos no tiene lugar más que como a-normalidad, como lo que no tiene sentido, lo que rompe el dulce discurrir de la secuenciación planificada. La metáfora por excelencia de lo habitable es la casa. Esta se mantiene sobre unos pilares firmemente asentados por el peso de la tradición a-crítica que permanecen incuestionables. La casa no se cae y alberga en su interior, al abrigo de las inclemencias externas, al individuo propietario. En su interior se siente uno bien. “Nos gustaba la casa porque, a parte de espaciosa y antigua (…), guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia”. Capas de sedimentación que generan el espejismo de lo verdadero e irrevocable, para situarnos en el maravilloso mundo del confort, de lo que cabe esperarse, de lo que no amenaza ni hace que nos sintamos amenazados. Por aquí, la etimología señalada por Freud: Un-heimlich como la negación de Heimlich, esto es: lo hogareño (“de la casa familiar”), por un lado, lo “domesticado”, por otro, y aquello que evoca bienestar, calma, lo alegre y jocoso, por último. Lo siniestro sería la reacción provocada por las grietas en las paredes de la casa familiar, el sentirse fuera o sentir que la casa se desvanece porque es atacada por lo que, de alguna manera, no tiene cabida. Y esto entendiendo además, que hablamos siempre del hogar “familiar”, es decir de un ordenamiento que nos hemos encontrado ya, producto de siglos de acumulación y genuflexión. ¿Qué sucede cuando lo Otro entra en la casa?

“Lo radicalmente nuevo entra en escena”, “se esfuman (…) sus certidumbres inmediatas”. Del interior de la casa hay que salir hacia fuera. Lo exterior se introduce en la interioridad del sistema y lo hace tambalearse; el sujeto tiene que salir angustiado por el terror que inspira lo otro, lo que se presenta de pronto y se adueña del orden preciso. Desaparece la seguridad y ya no tiene sentido seguir bajo techo. Sin embargo es curiosa la presencia de la amenaza porque no se define; no se conoce y a la vez se sabe/intuye que su simple presencia destruye. Vivencia experiencial indefinible, inclasificable. No ha lugar a la identificación, no sirve de nada calibrar. Se cogen los bártulos y se abandona el juego. La experiencia de lo otro sólo se puede entender contra lo Mismo; la piedra arrojada contra el espejo que genera innumerables fragmentos: cada uno muestra un pedazo. Paralelamente, la experiencia de la alteridad, entendida como un no poder ya mantener el sistema, como un cuestionamiento radical del asentamiento conceptual, tomará múltiples senderos en el pensamiento contemporáneo. Pero tengamos la fiesta en paz. Se trata aquí de fundir dos máquinas textuales: el intento de determinación freudiano en su aproximación a la experiencia de lo siniestro, que aparece cuando lo hace lo no-familiar, y la potencia del relato de Cortázar que, parece ser, se presta a ser utilizado en el sobrevuelo de eso que se aborda ahora en el pensamiento, origen de esta experiencia radical: la alteridad.

Así entramos en la cuestión misma de la escritura, en la vinculación literaria, en la relación obligada con la literatura, una vez desestimada la arquitectura conceptual. “De hecho, el acontecimiento que ha dado origen a lo que en un sentido estricto se entiende por “literatura” no pertenece al orden de la interiorización más que para una mirada superficial; se trata mucho más de un tránsito al afuera: el lenguaje escapa al modo de ser del discurso –es decir, a la dinastía de la representación”[46]. La mirada atenta ahora se dirigirá a la ficción literaria contra el pensamiento reflexivo. ¿Cómo teorizar sobre lo no-teorizable? La experiencia de la alteridad no se expresa en discursos razonables: no se busca huir de la contradicción, sino utilizarla: que el discurso se niegue a si mismo. El relato abre una posibilidad inaudita de experimentar lo Otro. El mismo Freud, en el último paso advierte: “debemos diferenciar lo siniestro que se vivencia, de lo siniestro que únicamente se imagina o se conoce por referencias”, y aun más: “La ficción crea nuevas posibilidades de lo siniestro, que no pueden existir en la vida real”. Es decir, que donde cabe lidiar con lo otro es en aquel texto que sugiere, que abre campo, que no encierra en el principio de no-contradicción, que no limita ni coarta las (im)posibilidades que por su misma esencia no responderán a la pregunta de ¿dónde te situamos?, sino que hacen su aparición como lo “absolutamente nuevo”, lo incomprensible, lo meramente experienciable.

El “otro lado de la casa” gana terreno. En poco tiempo se hace con todo el habitáculo, expulsa a los tranquilos habitantes que, sin saber por qué (o sin dar a entender), sienten la necesidad imperiosa de la huida. Lo inteligente pareció ser “vivir sin pensar”. ¿Puede aceptarse? ¿No se impone la sospecha? Llamada al olvido, al mirar para otro lado. Respuesta desde el fondo de la casa, desde el otro lado con ruidos aterradores. Eso parece ser: siniestro. Sensación cercana al miedo que provoca lo desconocido que toma la casa, que de alguna manera los habitantes no quieren conocer, esperar a que llegue y ver de qué se trata; decir “ven, aquí estoy a la espera”. Eso es lo más inquietante: ¿por qué esperar a ver qué pasa? ¿Acaso haya algo que se sabe pero que no se dice? ¿Pero saber qué?


[1] «Es preciso arreglárselas para pensar esto: que no se trata de bordar, salvo si se considera que saber bordar no es saber seguir el hilo dado. Es decir, si se nos quiere seguir bien, oculto». Derrida, J., La diseminación. Ed. Fundamentos, Madrid 1997, p. 94.

[2] «¿Se puede hablar, y en qué sentido, de una experiencia de la aporía? ¿De la aporía como tal? O, por el contrario, ¿es posible una experiencia que no sea experiencia de la aporía?». Derrida, J., Aporías. Ed. Paidós, Barcelona 1998, p. 34.

[3] «La unión de sujeto y predicado, que la proposición expresa, viene dada por la cópula, por el vínculo que mantiene juntos e identifica (=hace idénticos), dos términos, en tanto que dos, es decir, diferentes; A es B [esto en lo que se refiere a Grecia]. Tal contradicción […] se anula y se conserva a la vez, en cuanto que uno de los términos –el sujeto- pasa, trans-curre al otro –al predicado-, y éste a aquel. Pero ahora la cópula dice la identidad, no la diferencia –dice “es”, y no a la vez “no es”-, o bien la contradicción siempre es dicha en un decir no-contradictorio. Es decir: el movimiento es negado en el acto mismo de ser dicho y afirmado. Y lo es –cabe añadir- por ser dicho dentro de una “forma”, con una “figura”, en una “imagen” que fija el resultado, cuando el único sentido de éste lo tiene por su movimiento. La imagen del movimiento no es el movimiento». Vitiello, V., “Félix Duque: con Hegel más allá”, en Archipiélago 42, Barcelona 2000, p.115.

[4] «La más silenciosa de las horas: éste es el nombre de mi terrible dueña. Y he aquí lo que ha sucedido, […] ayer, en la más silenciosa de las horas, me ha faltado el sueño. […] Nunca había advertido tal silencio en torno mío, de suerte que mi corazón se llenó de espanto. Repentinamente oí a la otra que me decía, sin voz: “Tú lo sabes, Zaratustra”. Al oír su cuchicheo yo grité de espanto y la sangre huyó de mi rostro; pero me callé. Entonces la otra repitió sin voz: “¡Tú lo sabes Zaratustra, pero no lo dices!…”. Al fin, yo respondió (sic) desafiante: “¡Sí; lo sé; pero no quiero decirlo!” Entonces la otra replicó, sin voz: “¿No quieres, Zaratustra? ¿Verdad? ¡No te ocultes tras esa actitud de desafío!” Y yo lloraba y temblaba como un niño y decía: “¡Ay! Lo quisiera hacer; pero ¿cómo podría hacerlo? ¡Perdónamelo! ¡Es superior a mis fuerzas!” Entonces, la otra replicó, sin voz: “¿Qué importa de tí, Zaratustra? ¡Di tu palabra y rómpete!” […] “Son las más silenciosas palabras las que provocan la tempestad. Son los pensamientos que llegan como conducidos con pies de paloma los que dirigen el mundo”». Nietzsche, F., “Así hablaba Zaratustra”, en Nietzsche, obras inmortales. Ed. Edaf, Madrid 1984, pp. 101-102.

[5] (Excuso) comentar simplemente que la frase en cuestión es analizada hasta la saciedad, sirviendo, incluso, como hilo [si eso existe] para la argumentación de Derrida en Espectros de Marx. Ed. Trotta, Madrid 2003.

[6] «Del concepto del yo [el hombre] extrajo el de ser, y determinó que las cosas existían de acuerdo con la imagen que tenía de sí mismo, esto es, como un yo entendido en términos de causa. ¿Es de extrañar que luego encontrase en las cosas lo que antes había puesto en ellas? La cosa misma, digámoslo una vez más, el concepto de cosa no es más que el reflejo de la creencia en el yo en términos de causa». Nietzsche, F., El ocaso de los ídolos. Eds. Busma, Madrid1985, p. 75.

[7] Vid. Heidegger, M., ¿Qué significa pensar? Ed. Nova, Buenos Aires 1972, pp. 76-84.

[8] Op. Cit. P.85.

[9] Op. Cit. P. 96.

[10] Op. Cit. P. 90. [El esquema completo está en Heidegger, M., Nietzsche II. Eds. Destino, Barcelona 2000, p. 386].

[11] «Este proteccionismo ambiguo[el que tiene Heidegger a propósito de NIetzsche] desde el cual la única red que se tiende al funámbulo, a aquél que más riesgo corre en las alturas, consiste en asegurarle lo siguiente: protegido por la unidad de su nombre, garantizada ésta por la unidad de la metafísica, el funámbulo desenmascarado no correrá riesgo alguno, lo que equivale a decir de otro modo que estaba muerto antes de llegar a la red». Derrida, J., “Interpretar las firmas (Nietzsche/Heidegger). Dos preguntas”, en Diálogo y deconstrucción. Los límites del encuentro entre Gadamer y Derrida. Cuaderno gris, Madrid1998, pp. 59-60.

[12] «No hay problema que no se disimule o proteja detrás de la posibilidad de una respuesta». Derrida, J., Papel Máquina. Ed. Trotta, Madrid 2003, p. 275.

[13] Op. Cit. P. 317.

[14] Op. Cit. P. 254.

[15] (Renuncio a) decir, rápidamente, que para un profundo análisis de este sin:
Vid. Derrida, J., Dar (el) tiempo. Ed. Paidós, Barcelona 1995, pp. 37 y ss.

[16] «Significa [la decisión], pues, lo otro en mí, que decide y desgarra. La decisión pasiva, condición del acontecimiento, es siempre en mí, estructuralmente, otra decisión, una decisión desgarradora como decisión del otro». Derrida, J., Políticas de la amistad. Ed. Trotta, Madrid 1998, p. 88.

[17] La tensión, en reposo, aumenta.

Intensificase, en la penuria, el pensar.

Sin saber nada, a todo se da la vuelta.

Entre tanto, en camino,

acaeciendo en destino

encuéntrase un buscar.

Y no es más que menos el vino,

ni menos que más la verdad.

Escuchando escucho que escucho.

Escuchando me oigo callar.

[18] Heidegger, M., Nietzsche I. Ed. Destino, Barcelona 2000, p. 15.

[19] Cito (en) mi cita nada más que para aplicarla a sí misma. Pues no se vaya a pensar, quizá por descuido, que es mi pretensión apoyarme aquí en alguien o en algo. La cita no hace referencia a ningún texto más que a sí misma. No vaya a creerse tampoco que la atribuyo a alguien, o que haya alguna intención tras una referencia que quizá sobra. (Podría ser una respuesta)

[20] Por ello me mojo. Mientras brillaba el sol, permanecía en el olvido el olvido de mí paraguas.

[21] ¿O qué es (mejor, quizá) eso de no hacer una lectura?

[22] Est-ce que porte la lecture ce texte?

[23] «Los hombres póstumos-yo por ejemplo-son peor comprendidos que los tempestivos, pero mejor oídos. Dicho con más rigor: no somos comprendidos jamás- y de ahí nuestra autoridad…». Nietzsche, F., Crepúsculo de los Ídolos. Alianza, Madrid 1998, p. 35.

He encontrado esta sentencia para plagiarla.

[24] En el supuesto de que se dé la creencia en algo así como un Nietzsche “externo” a mí (a mi interpretación-a la interpretación, a mi pasado-al pasado, a mi sentido-al sentido, a mi presente-al presente, al dárseme-al darse…) no se daría ésta más que, como creencia que es, en mí. Pero no se vaya a pensar que éste “mí” se refiere a un yo excluyente de otros, de ti, de ellos…porque todo se forma, se da, se cierra, se abre… en el darse del sentido (sin fatalismo ni necesidad, pero tampoco vamos a creer que gozamos de libertad. Te aseguro que yo no he decidido escribir esto, simplemente se me escapa de las manos). No diría tampoco que se trata de algo interno a mí. Ni interno, ni externo, pues la diferencia que hay entre ellos se da (valga la redundancia) simplemente en el entre, no hay un límite. El entre-ellos es a su vez el “lugar” donde ambos se dan (no profundicen más hacia dentro, ni salgan a pescar algo fuera…pues todo lo que hay es el punto de equilibrio y su verdadero abandono es la caída – no hacia dentro o hacia fuera – , el autoengullimiento en el punto de origen, que no es originario, sino destinatario como sin-sentido). Como mucho podría decir que yo soy el límite, pero eso quizá no quiere decir nada…puede ser, que sin ser respuesta, te diga: ¡Dejen de sacarlo de quicio!

[25] Es mayor estupidez, según mi humilde arrogante entender, hablar con esas palabras que, para no tocarlas directamente, recojo con las pinzas de nombre comillas. ¡Cómo si Nietzsche fuese un algo exterior a mí, perteneciente al “mundo real”! (Nada más lejos de la realidad que ese mundo al que ambos perteneceríamos. Nada más lejos de la realidad que la existencia de algo así como un mundo, sea éste el que sea, arriba o abajo… como mucho podría decir yo soy el mundo, pero ni siquiera hace falta… quizá alguien hable de muchos mundos… no se, yo sólo soy yo) ¡Cómo si el “pensamiento” y el “personaje” Nietzsche fuesen, de alguna forma, diferenciables, separables, distinguibles (cómo si esa multiplicidad unificada, fuese a su vez divisible)! ¡Cómo si fuesen analizables, reconocibles, transmisibles, identificables! ¡Cómo si fuesen determinables, enseñables, designables, referenciables!… ¡Cómo si no se rompiese en mil caminos sin señalizar!

[26] Yo no voy por ahí, yo soy el ahí (quizá apertura, el estar siempre ya jugando, el que haya, el que haya primer jugo-lenguaje, el que se dé una configuración, un orden (sea caótico o no), yo-mundo, el que haya (sin)sentido, el que haya huida…) Pero no es que el ahí sea algo, sino “donde” hay darse. No un espacio ni un tiempo, sino “donde” se abre el espacio y el transcurrir del darse…es quizá simplemente ese darse…es el darse simplemente quizá ese es. ¡Fluir parado del sentir-pensar!

[27] Aquí, en un doble sentido de sentido.

[28] Freud es demasiado listo para mí. ¿Quién está ahí detrás, acaso me está forzando, acaso me subyace, es éste mi encontrarme una simple superficialidad, de una profundidad inalcanzable, de una pseudo-realidad aparentemente oculta, que domina, que esconde, de algún modo, la “verdadera causa” de mi comportamiento, de mi mostrarme?…¿O es, quizá, una especie de universo paralelo, o una estela (un resto escondido, una marca ausente, un empuje abierto a lo que llega…) que crece a la vez que borra su propia marca, que se diluye en las olas del mar? … ¿Dónde estás escondido?… ¿Detrás de qué?… ¿Qué es eso que tienes delante y que no me deja verte?…… La verdad es que no lo encuentro, ah! ¿seré yo?…y lo otro… ¿no soy yo?…detrás o delante…ni detrás, ni delante, ni en el fondo, ni en la superficie, ni dentro, ni fuera… ¡No sé en que más me quieren dividir, si sólo soy el entre de la división!…¡el árbitro de este macabro juego!…quizá esto si sea una respuesta: ¡Dejen de sacarlo de quicio!

[29] He ahí cuando termina la lectura… he ahí el término de lo que se era… he ahí el final, el fin del darse, el darse el fin… he ahí, inesperable, pero esperado, el fin de la escritura, de la escucha… su muerte… la muerte (el ya solamente, quizá, ¿ser en otro?)

[30] «Antes yo no entendía por qué no daban respuesta a mi pregunta, hoy no comprendo cómo podía yo creer que podía preguntar. Pero yo no creía nada, sólo preguntaba». Kafka, F., Cuadernos en octavo. Alianza, Madrid 1999.

[31] Sánchez Pascual, A., Crepúsculo de los ídolos (Notas del traductor). Alianza, Madrid 1998, p. 164.

[32] No podría ser de otra manera, pues yo, aunque no me acuerde, aún me estoy negociando.

[33] Sólo sirve un proyecto si se parte de su fracaso. Sólo sirve el proyecto que no sirve. El proyecto fracasado de antemano, el proyecto no lanzado, no proyectado, el proyecto fantasma, el proyecto siempre en camino sin dirección fija…el no-proyecto…no hablo de irse a pique, ni de navegar sin rumbo. El rumbo…lo da la mar.

[34] ¿Podría leer (a) Nietzsche como el trauma de “occidente”?

[35] «¿Qué llevo sobre los hombros? ¿Qué fantasmas me envuelven como una capa?». Kafka, F., Cuadernos en octavo. Op. Cit. P. 129.

[36] Op. Cit. P. 133.

[37] Esto sí que es una respuesta: … Heidegger (se) lee… Tra(d)iciona la tra(d)ición… lo que el piensa en su lectura de Leibniz, es Leibniz, lo que él lee en Kant es Kant… unidad de una multiplicidad… lo que dice es lo es-presable, lo que calla… pasa la aporía le sobre-pasa busca un nuevo decir que no acaba de encontrar (uno para decir-rajo para callar) Heidegger es el re-pensamiento, la otra vía, la historia de la metafísica y su autodestrucción………….. unidad total, re-unificación + destrucción… observa desde el umbral ambos lados y no pro-pone… busca otra vía ya fracasada de antemano, una vía des-esperanzada…. No hay mejor ni peor. Da vuelta al cauce, lo reconduce a los a-fluyentes … Dice (digo) Éste es el camino. El camino no vale. Yo soy el camino. Yo no valgo. ¿Quieres pro-yecto? Pues proyéctate ¿Quieres camino? Pues a andar. ¿Quieres solución? No hay solución ¿Quieres decidir?… La verdad es que querer quieres… por querer que no sea. Existencia auténtica… ¿Se sabe aquí lo que viene? ¿No cabría, quizá, lo im-posible?… No se puede a-portar más. Pero Nietzsche ¡Vaya que si las tiene!

Bien, se lanza a una vía (des)esperanzada… si su vía espera, es porque no hay solución fuera de la espera… el viene de… y se va rompiendo… ¿No ves que la metafísica es su trauma? está desconcertado… ciertamente no es un Hölderlin… ciertamente no es Nietzsche (quizá el bicho sólo recoja los platos rotos), que vaya si tiene palabras, pero no tiene miedo a leerse a si mismo… y su unidad ¿A dónde lleva?… bien quizá él es el Nietzsche del que habla… Re-une para destruir, para re-pensar… quizá sea respuesta, pero la última respuesta posible de una tra(d)ición que, quizá, con él termina, con él se estrella, quizá pro-pone la última salida posible, dejando abierta, a nosotros sus hijos, la vía de lo im-posible… (¿Su respuesta (ya que la tiene), si pro-pone, no pro-pone, quizá, (des)montar?)… que conste que tienes razón pero a mí no me convences… que conste que lo único que busco es enemigos.

 

[38] Las consideraciones son aquí múltiples. Toda consideración es considerable. No digo que sean infinitas sino que no se puede establecer un fin. No podemos decir: “hasta aquí las consideraciones posibles”. Yo no pretendo considerar todas las consideraciones que considere considerables ni mucho menos. Hablaré de alguna, la que considere aquí y ahora.

 

[39] No pretendo una articulación de un “todo” en relación a centros y periferias. Ni tan siquiera pretendo una articulación (aunque pueda hacerla sin pretenderlo). Apunto hacia la eliminación de centros y periferias en sí mismos. Esto es, una destrucción de “todo”, no hay “todo” puesto que nada es centro o periferia en referencia a un “todo”. No se puede articular a través de una lógica de oposiciones. El centro y la periferia ya no son simplemente opuestos. Tienen referencias en su afuera, pero no se definen (no son) a través de sus referencias.

[40] “Centro fijo” que mantiene su estaticidad a pesar del constante movimiento de mi andar. El paraguas anda conmigo, se mueve conmigo; pero mantiene su centro fijo en mi mano, agarradera inmóvil, fuerte sujeción que sujeta al sujeto paralizándolo, esto es, haciéndolo sujeto.

 

[41] No hablo de escribir necesariamente razones o argumentos, hablo de escribir.

[42] Y no porque la considere de importancia relevante sino porque la propia frase se centra a sí misma. Tanto si se sitúa en los bordes como si lo hace en pleno epicentro habla de sí con la misma fuerza, con las mismas carencias y con el mismo empuje que sus compañeras, es decir, con la fuerza, carencia y empuje que habla, no tiene otra, no puede tenerla.

 

[43] Se entiende que institucionalmente es el que rige, ya sea en la formación académica universitaria o en los programas de Hª de la filosofía en secundaria. Básicamente: desarrollo de la idea en el tiempo histórico, proceso de vuelta hacia sí del absoluto: autoconciencia.

[44] Nietzsche, F., La Voluntad de Poder. Ed Edaf, Madrid 2000, p. 31.

[45] Cierto que Heidegger cuestiona la interpretación tradicional en la Introduccón a la Metafísica, pero lo que interesa ahora es a lo que da lugar o la determinada lectura que lleva la metafísica occidental.

[46] Foucault, M., El Pensamiento del Afuera. Pre-textos, Valencia 2004.