Para Sergio y Manuel

Ahora sería conveniente contar dos o tres chistes, pero sólo se me ocurre uno, así, de pronto, sólo uno, y para mayor inri de gallegos. No sé si ustedes lo saben. Va una persona y se pone a caminar por un bosque. Yo mismo, por ejemplo, estoy caminando por un bosque, como el Parco di Traiano o como las Terme di Traiano, pero a lo bestia y sin tanta deforestación. Y va esa persona, voy yo caminado por el bosque y me encuentro a quinientos mil gallegos que van caminando y llorando. Y entonces yo me detengo (gigante gentil, gigante curioso por última vez) y les pregunto por qué lloran. Y uno de los gallegos se detiene y me dice: porque estamos solos y nos hemos perdido.”

Los detectives salvajes. Roberto Bolaño.

¿Quién nos prueba que no estamos reunidos esta noche, y previa cita, para estar más seguros de evitarnos?”

Del Todo. J. Derrida

Una política del inconsciente ha de ser revolucionaria una vez que ha comprendido que la supervivencia de los individuos depende en gran medida de la transformación del contexto en el que éstos se ven inmersos y que necesariamente los sobrepasa. Aunque sabe también, demasiado bien, que las condiciones de posibilidad de los flujos de deseos están entrelazadas con las condiciones de imposibilidad de la realización de los mismos, además de contar con las ineludibles limitaciones de la comunicación a través del lenguaje, del discurso, o del texto en la variedad de sus desplazamientos. A pesar de haber pensado, elaborado y puesto en marcha múltiples estrategias y caminos con un enorme gasto de energía no ha sido capaz, de vislumbrar con cierta claridad, un cambio efectivo. Y simplemente renueva una y otra vez sus esfuerzos por llevar a cabo su aventura olvidando el coste material, personal y social de su empresa.

Habría que decir que Paco ha abierto, en ese sentido, un camino, o al menos ha logrado transitar, de una manera excepcional, por el desfiladero que discurre entre un aferrarse a una lúdica ingenuidad o en hacerse acompañar por un cinismo hedonista. Cuando las soluciones habituales ya no sirven y hay que inventarse unas nuevas. Cuando amar significa fallar, no hay muchos que tengan la lucidez suficiente para percibir que no hay otra alternativa que abrir la puerta y entrar en el cuarto oscuro, sin por ello perder el juicio o la capacidad para compartir esa experiencia. “Cuando avanzar da miedo y retroceder da vergüenza”, tal y como se lamentaba el Stalker en la película de Tarkovski, mientras lanzaba sondas una y otra vez, buscando un camino para llegar a la Zona, esa alteridad radical de la que huimos y que nos rehuye.

Por miedo a perder ese instante en el que nos sentimos vivos, permitimos que un impulso soberano nos empuje con su furia destructiva una y otra vez. Pero hay en juego mucho más que la muerte en ese “una y otra vez”. Un todo y, a la vez, una nada. Algo que consigue sustraerse a ese ciclo eterno para dibujar otra apertura, una diferencia. Preguntado por el peculiar carácter del protagonista de su película Desesperación, respondía en una entrevista otro que se nos fue demasiado pronto, R. W. Fassbinder:

“¿Que hace normalmente la gente como Hermann H. cuando tiene claro que está en un punto de inflexión en que lo tiene todo por detrás y nada por delante? Se esconde se achata y antes de admitir que su vida está acabada, pasa el resto de ella en un mar de compromisos y renuncias. En cambio los pocos que se rebelan, aunque sea de un modo irracional, consiguen algo, vuelven a descubrir algo que les da esperanza. Por lo tanto, ninguna justificación pero, comparado con los que se resignan ante la vida prefiero a quien, incluso loco, es capaz al menos de tener esperanza.”

Pero Paco, que era uno de esos que consiguen transmitir caudales de energía robados a lo imposible, se quitaba importancia con su sonrisa pícara mientras nos protegía, consciente de la complejidad de la situación en la que nos vemos arrojados cotidianamente. Y ahora que nos hemos quedado sin paracaídas, no sabemos si caemos al vacío o es que simplemente ya estamos volando. Apostemos pues, a que este vendaval que sopla en nuestras velas se llama Paco Vidarte.

Como en un auténtico mercadillo infantil cada uno se ha sacado de los bolsillos aquello que llevaba encima en el momento en que lo echamos en falta y lo hemos juntado en este cofre. Lo hemos llamado Derritaxes exprés. Y lo hemos dejado en el medio de la plaza. Quizá para que esa puta que se lo ha llevado se lo quede y nos devuelva lo que nos ha robado. O quizá, simplemente, para que alguien lo encuentre e intuya en él un pequeño tesoro, fragmentos de algo imperecedero.

Y después yo me he encendido otro cigarro.

Y me he quedado pensando

que he olvidado lo que quería decir.

O Hío, 16 de agosto de 2008

O. HAUSER